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Una palabra ñstolójica sobre el leen, y de rechazo so
bre Gerard, eu temible y dichoso antagonista.
Entre los animales fantásticos de la antigüedad, nin
guno noa ha parecido tan terrible como esta realidad que
con el nombre de león ee conoce.
, El gran atractivo de la caza para los árabes consisto
n el leen, al cual llaman señor, y creen que este podero
so animal varía de alimento cuatro veces al año. Durante
1 primer trimestre, come demonios, carne humana du
rante el segundo, tierra arcillosa en el tercero, y anima
les en el cuarto.
El elefante, el tigre, la pantera y el jabalí, son los
únicos animales que juntamente con el hombre se atreven
á combatir ti león. Se ha encontrado ya un jabalí muerto
á diez pasos de un león destripado.
Los árabes comen la carne del león, y aun aseguran
que ciertas partes de este animal curan algunas enferme
Ah cobarde, miserab'1, conque tienes miedo? con
que huyes? pretendes pasar por el mas valiente ríe los
animales, y huyes dfspavor -lio como una mujer? Nosotros
no te llamaremos en adelante señor.
A estas palabras dttiétiese el león y aguarda á los ca
zadores. Es necesario que el león se encuentre hambriento'pa
ra no respetar la mujer; los árabes afirman que aun la te
men. Me han asegurado ellos haber visto algunas corrien
do tras el león con una ovejs, ó becerra, y aun con sus
propios hijos; y agarrarlo por la cola y darle ; fuertes gol
: pes. Si por casualidad el león se ha vuelto entonces con
ademan nmehnz8tite, la mujer no ha tenido que hacer mxg
que pararse y levantar la ropa, para que el animal haya
huido de ella como del diablo.
Casi todas las pieles de león que he visto en la Arje
lia estaban mutiladas, v r ooroue Ih muipri-üí nrran.
' y r i , .1 - "
quí como aquellos
re .eren su mueite. Ilt
ssen marcha á bu encuentro; se oye un disparo,
dades; pero pagan bien caro este alimento, porque los hi- j can'losMientes y Ih unas pura lncer t hÍk nes, cuando en la caballería árabe de Bona (spahis) escojiendo esta
jos de un hombre que ha comido león, mueren jeneral
mente al echar los dientes.
La reputación de santidad entra los ermitaños de aquel
pais, aumenta considerablemente cuando han criado ó
amansado leones.
Los árabes son esencialmente cazadores, y cazan el
león, la pantera, la hiena, el jabalí, el chacal, la gacela
y otras bestias salvajes, y nunca se entretienen en los co
nejos y perdices con que por aqui jugamos á la caza. .
No hemos dicho que el león es el primero, el mas pe
ligroso y noble de sus adversarios, aunque ya debe supo
nerse con indicar que la llaman el señor. Y cuando hablan
con él frente á frente lo apellidan Juhan ben el Julián, es
decir, Juan hijo de Juan.
Y por qué le han concedido su título y un nombre de
hombre? Porque según ellos, el león las reúne mas noble
de todas las cualidades humanas, la bravura, la jenerosi
dad, y porque comprende ta palabra humana, sea cuales
quiera el idioma que la esprese. Porque obedeciendo á su
valor, es compasivo con las mujeres y aborrece los mal
vados. Si un árabe encuentra á. un león, detiene á un caballo
que se echa á temblar, y dirijo la palabra ú su temible
antagonista :
Ah! eres tú, Monseñor Juan, hijo de Juan, le dice.
Crees tú espantarme á mí? Tú eres bravo, yo lo soy
también tú eres noble, también lo soy yo; déjam?, pues,
pasar como un hermano, porque soy un hombre de polvo,
un hombre de negros dias.
Entonces empuña el sable, pica los estribos, y ra di
rije al león que se aparta para dejarle pasar.
Pero 6Í tiene miedo, si retiénese en el camino, en ese
caso él le devora sin piedad. El león sondea á su adversa
rio, le mira cara á cara, y lee en su rostro el afecto que
experimenta, y como descubra el temor, se acerca á él,
le derriba con la espalda, echándolo fuera del crimino con
el rujído cruel precusor de la muerte. Después le lame, se
aparta, describe círculos en derredor suyo y cerca su cuer
po de matas de árboles que arranca con td cola, y luego
desaparece.
El hombre entonces creyéndose libre se anima, procu
ra escapar, pero á los cien pasos se encuentra de nuevo
al león que le cierra el camino.
El león le derriba otra vez, lame su rostro con una
lengua ensangrentada, hasta que el hotnbie ha perdido la
cabeza ó se ha desmayado, y vase & beber á gran distan
cia. Desde entonces el hombre es suyo. Vuelve de beber,
comienza nuevamente á lamerlo y después á devorarlo.
Mas tarde se encuentran en cualquier sitio los pies y las
manos que nunca come el león.
Algunos árabes, y téngase presente que es el narrador
del desierto, y no BufFon quien habla por mi boca, algu
nos árabes se han salvado aun ya sin sentido y en la po
eicion estrema que acabamos de describir, lo cual han de
bido á una caravana, á un cazador ó á otro árabe mas va
tiente é instruido en las costumbres del león. En este ca
so, el valiente en vez de huir coa el otro, porque se per
derian los dos, espera al león á pié quieto, y cuando este
vuelve se detiene al ver dos en vez de uno.
Este que está aquí tendido, le dice el hombre, es un
cobarde, Monseñor Juan, hijo de Juan, pero soy valiente,
y me llamo Fulano, hijo de Fulano, y no la temo; te pido
gracia para él, porque es un cobarde, y no es digno de
que te lo comas tú; yo lo ataré las manos, y ierá mi pri
sionero. El león exhala un rujído.
Oh! tranquilízate, continúa ti rabo bravo, yo lo cas
tigaré severamente.
Y al decir esto ata al cobarde coa la cuerda de su ca
mello, y el león satisfecho se aleja para no volver mas.
Hay también árabes, y mejor pueda apücarsa á estos
ue al primero que se lanzó al mar, lo do tener el cora
ron xibjerto'del triple acero de que hablaba Horacio: hay
Eu bín árabes, decimos, que aparentan miedo; y que en
I encentó en que el leen los humüla, ie clavan un puñal
.en el vientre, después do lo cual se le presentan dos me
dios de escapar. Un árbol próximo sobre el que tenga
tiempo de subirse, y un matorral, ó buena cubierta de es
pinos, en cuyo centro la deslice como una serpiente. El
león entonces, temiendo punzarse su rostro, aquel rostro
móvil parecido al de Jépíter Olímpico, y del cual también
han descrito Barye y de la Crois, se dirija contra el ár
bol, ó se echa junto al catarral, y espera.
Eo tal caso, el hombre no p-usda sabarss tino por una
caravana.
En el camino de Bethna encentróse un árabe con un
leen, y huyendo de él 83 precipitó en un hondo hueco qus
divisó cerca; el león se dirijió i la hendidura, tendió has
ta lo profundo da ella su mirada da relámpago, y calcu
lando que si descendía á su fondo no pedia volver á subir
nunca, sa costó tranquilamente á su borda. Por fortuna
el prisionero, si siguier.ía dia pasa ua dcst2ca.mer.i0 fran
cés q'2Z ruso en fjga al león.
Pero cumd:) el león Luje, Ies árabes tic acá tía medio
león, H i
mas larue un rundo, u idamente un enio. v nni trs
Hassen habia muerto.
Hassen cazaba con ayuda da lazos de piedra que ca
bria de ramas y troncos de árboles, y de esta manera ma
tó infinidad de leones. Las armas de que se valia entre
otras, eran una carabina y dos pistolas. Cazó durante do
ce años, y los árabes no saben á qué número ascendió el
de los leones muertos por su mano. La casualidad rpssrvó
á la Francia la gloria de dar un digno sucesor á Hassen1
en la persona de Julio Gerard, aposentador mayor de la
caballería turca mahometana.
Julio Gerard es ua hombre de 30 4 31 años, de esta
tura pequeña, delgado, y rubio; sus ojos de un azul claro,
revelan dulzura á par de firmeza; su barba es poco pobla
da, su hablar parece el da una mujer. En 1842 ca alistó
los, guerreros no ah turnan ihi m adornar pl iii.IU na
caballos.
La superficie de la piel del león tiene la virtud de es
pantar á los animales dañinos, y aun á los espíritus malos.
Cuando se caza el león, lo primero que se tratu es de
escapar de sus tres primeros saltos,. cada uno de los cua
les á veces es do treinta pies. Cuando los cazadores se
aperciben de qus un león ha pasado por el sitio donde se
encuentran, ó que anda por aquella comarca, envían bati
dores de avanzada que sigan sus huellas, y que I bus
quen en el matorral donde esté oculto, que ha de ser poco
espacioso para no herirse el rostro, comoihemos dicho va.
Si lo descubren aquellos realmente, vuelven á decirlo, y
todos dirijen sus caballos á encontrarle.
El primero qu le divisa, grita señalándole con. el de
do. Rahe-hena!"
Lo que quiere derír no isla ahí, ooroue si ditera "Ra-
hena" es decir, ahí esiá, el león, que como también hemos
inoicaoo. entiende todoi loa idioma, no ociaría río devorar
á su denunciador. '
Dt-gpues de estofe apartan todos á la distancia de seis
cientos metros, á fin de escapar de los tres primeros saltos
oel león, v de noder ocultara en caso necesario fin NÍtioa
.
inaccesibles para la fiera.
bi el león no ha sido herido mortalmente, sale de su
couuuiiju, y ios arañes se alejan cargxnoo pe nuevo las
armas, e insultándolo si huye. Rara vez se termina una
caza de este jénero sin que haya que lamentar la pérdida
de tres ó cuatro cazadores, pues el león casi nunca se rin
de al primer choque, sino que conserva todo su brio, aun
cuando la bala le haya entrado por el corazón.
lo la Arjeliá se 8busa mucho del león. Cuando un
hombre ha desaparecido, so dice: "Se lo ha comido un
león." I
Los árabes temen mucho mas á la pantera que al león,
por la absoluta f ijhta de jenerosidad que tiene aquel ani
mal; por lo que acerca de él no se cuenta ninguna de esas
raras historias que del de los animales. La pantera con
que se topa ó mata ó es muerta. No entiende ninguna len
gua, no distingue al valiente del cobarde, y el hombre para
ella, es el hombre, es decir, su enemigo, su fuerza. Sus
saltos son tan rápidos como los del león, persigue el galope
del caballo, y subiéndose por la grupa, destroza el cráneo
del que lo monta, ya con una gimple patada, ya con los
dientes, por lo cual los cazadores gastan casquete de
hierro.
La pantera se caza al acecho, colocando el cebo que
debe atraerla en una rama de cinco ó seis pies de eleva
ción, y una vez en ella, se le dispara el tiro al corazón.
Los árabes se aproveclnn de la piel de la pantera pa
ra ante silla de sus caballos.
Réntanos la hiena de la cual ha formado tan mala re
putación Mr. BufFon; Mr. Buffin, que como dijo un aca
démico lleno de imájenes poéticas, escribió sobre las rodi
llas de la naturaleza.
Desgraciadamente Mr. Bofíon escribía con mas fre
cuencia sobre las rodillas de la naturaleza parisiense que
de la real. He aqm esplicado que del mas cobarde y vil
de loa ariimabs, es decir de la hiena, haya forjado uno de
los mas terribles.
Un gobernador de Arjelia dispuso pagar la suma de
25 francos al que matase uno de aquellos animales.
Mucho se alegraron los árabes al saber este secreto.
Pusiéronse á' cazar la hiena, y no hay semana que no se
vea entrar por Arjel: cuando el animal no quiere andar, el
árabe leda golpesy anda.
Yo pregunté á un árabe si era peligrosa la caza de la
hiena y me hizo repetir la pregunta, porque no me com
prendía. Cuando me entendió, sonrióse de ta manera que
un árabe puede hacerlo, y me invitó á hacerme relación
de esta caza, ein que dejase entender qua aceptaría al mo
mento. Os voy á decir, comenzó mi narrador, cómo es cara
este animal cuando se le quiere cojsr vivo. Entra el ára
be en la caverna donde la hiena so oculta, después de ha
ber interceptado con alguna cosa les rayos luminosos, dis
curre por el interior con log brezos abiertos hasta dar con
la hiena, á la cual dirija algunas palabras cariñosas, y pi
de la pata, y la saca fuera echándola ua lazo.
No respondo de que estos detalles sean enteramente
ciertos, pero da cualquier modo esplican la idea qus tie
nen los árabes del valor e la hiena.
No es la fuerza sin embargo lo qus falta á la hiena,
especialmente en lis quijadas. En 1341 un raba llevó
una hiena a Oran, y la regalo al jeneral Lamoricier, el
cual vündi la un día destrozar con ha dientes ua huesa da
vsca, la envió sia demora fcljsrdia botínico.
íC.ra do ctttcr su ci
rrcra; i:
Volvemos á Gerard, el matador da Icones.
Ge
nir.D, juTirca be i.rcNtf.
Los árabes no se a
in s:na ce un maliciar es
r.es, que se la
allí
asco, v hsbii
tice eszader da Hsr
Bey, do HanehV, y ds Brehr--Bey, nyricai-i ca ti e
es este.
6 3-
cuerpo poique nunca abandona el Africa. Llegó á Bona
en el citado año, y quiso ser desde luego una especia da
secretario militar, pero al cabo de tro meses ee aburrió
de gastar papel y tinta, y pidió un caballo y un fusil, ar
ma en que se hnbia ejercitado notablfrnente. Su escuadrón
fué licenciado al poco tiempo par i frmar el de Guelr.na,
y Gerard solicitó marchar á este punto que está á 18 le
guas en el interior. En Guelm hay siempre combatea, ó
cacería cuando ménos y Gerard obtuvo el favor da ir allí.
A la tercera noche ya Gerard encalaba los muros de la
ciudad parn ir á cazar el jabalí, la hi-na y el chacal. En
Guelma fué donde por la vez primera oyó hablar Gerard
de Hassen, de los leones, de los estragos que causaban,
y del peligro que habia en combatirlos. . -
"Escuchaba todas las noches las historias que hemos
contado, revestidas con la poesía del desierto, y su impre
sión le desvelaba noches enteras, ó le sumerjia en fueííos
fantásticos, en los cuales él se encontraba frente á frente
con aquellos señores de las montañas y luchtba con ellos
sin esperimentar ningún pavor.
Gerard, á quien un largo ejercicio en las armas do
fuego habia dado un golpe de vista infalible, y una graa
seguridad en la mano, por lo cual ya se le elojiaba en el
pais, resolvió hacer lo posible porque la memoria do Uña
sen fuese olvidada, y decia frecuentemente á los árabes:
si sentís bajar á un león de la montaña, avisadme, porque
quiero ser un matador de leones como Hassen, pero sin
lazo, ni socorro de árboles, al anídrea.
Por el comercio del i.ño 1844, Gerard supo que u ti
león devastaba la Archxona, bajando por las noches y en
sangrentándose á su sabor en los rebaños. Pidió licencia,
y se le concedió por tres dias.
Cuando llegó al aduar árabe, no creyó nadie que aquel
joven parecido á un niño, procedente del campo francés,
hubiese venido expresamente para luchar con un león) loa
habitantes de aquellas mor 'uñas, quo eran todavía los hi
jos primitivos de la naturaleza, decían que un gran cora
zón no podia contenerse mas que en un pecho espacioso,
y que contra la fuerzi sido podia luchar la fuerza. Ea
cuntito á Gerard, no -perdió tiempo ninguno, poniéndose
ea marcha desde luego, aunque sin resultado el primer
dia. Al segundo internóse con un ébano en los bosques
de dnhiona, en compañía do dos árabes. El dia ee pasó
también como el anterior, pero al llegar la noche, la fiera
dejó oír sus rujido.
Gerard me ha confesado que estos primeros rujidos hi
cieron Intir su corazón.
Ninguno sino él los habia percibido, porqii8 golo él ca
minaba en su dirección, cuando de repente, á través de las
flotantes sombran, y á unos 50 pasos, descubrió el león,
quien por su parte vio también al hombre que ya rastrea
ba sin duda hacia rato. A su vista, la cola del animal sa
menea, herízasa su crin, y dejando escapar ua formidable
rujido, embiste á Gerard.
Los dos árabes quisieron hacer fuego, pero aquel
prohibió con jesto imperioso. Se trataba de medirse con él
de igual á igual, y de dominar al Ison con el primer golpe.
El león continuó avanzando sin dsr otra señal de có
lera que un sacudimiento mas vivo de su cola, y una cris
patura mas fuerte de sus crines. A cada segundo dismi
nuía la distancia: los 50 pasos qus le separaban primero
se habian reducido á diez. Gerard permanecía inmóvil f
en guardia desde el primer instante.
Acaso el león dudaba que aquel fueso un hombre.
A los diez pasos de distancia entre uno y;ctro, el león
ge detuvo, brotó una llama, partió el tiro, y el animal ca
yó muerto.
La bala le había entrado por medio de la frente, rom
piéndole el cráneo, y pendrándole por la cabeza. Yo pre
gunté á Gerard por que habia ty ' - !o tanto en disparar,
y me contestó simplemente: perqu. sa el salo disparo quo
tenia que hacer.-
El vencedor volvió si aduar; si hubiera ido ío!o, sus
palabrsg no habrían merecida crédito; pero los árales re
firieron la muerto del leca y al tijuienta día sa faé ca bus
ca del cadáver.
Bien pronto egparciósa por el país la nasva ce qua
francés se iba derecho á un leoa cuando lo tíif babs, ma
tándolo del primer tiro.
A principios del Agesto guíente recibió Gcrsrd el
parte de qua un leoa vagaba hacia 8 diss per los Enreda
dores da Zecuczi, causando hcrritla nsrtaadid cales ra
bailes.
sra un do LEÜN
Esta vez partió Gerard coa círo da i a cuerpo, tuturd
del pais, y llamado Sardi-Bruner.
Después de haber tómalo lea informes necearios mar
charon los dos á colocarse en ua sitio cerca do Aur Seña,
& la sabida de Scrgi-eMIaouJa, para esperar allí eI terri
ble león ds la "lahouna. Quedaron allí una graa paría da
la roche, sin oír rada y conteniendo el aliento para r.ascr
descubiertos. Seria la H t Sardi-Bruner, fitsda o r?.
p r S T Ifl
t pecha ds
GUI
o cicei, le
ua Icen?