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8 Literatura HUMORISMO ~ Variedades Un Mundo en una Cabe llera Déjame respirar largamente. lar gamente «1 perfume de tu cabelle ra, y hundir en ella mi rostro co mo lo hunde el sediento en la lin fa de una fuente, y agitarla con mi mano como oloroso pañuelo, pa la esparcir añoranzas por el aire. Kn tu cabellera se esconde todo un sueño de olas, arboladuras y velámenes; en tu cabellera se api lan oréanos Inmensos, en los que el espacio es más azul y profun do. y en los que los frutos, las plan tas y la piel humana perfuman *>l ambiento. En el océano de tu cabellera vis lumbro un punto en el «pie hormi guean cantos melancólicos, vigoro sos hombres de todas las latitudes y multiformes navios que destacan sus finas y complicados cataduras en la Inmensidad de un cielo por donde la eterna llama se pavonea. En las caricias de tus cabellos resurgen p.ara mí las languideces de las múltiples horas pasadas so bre un diván o en la litera de un hermoso buque, mecido por el Im perceptible vaivén de la bahía, en tre tiestos de flores y refrescantes alcarrazas.. Déjame morder largamente la pe sada negrura de tus trenzas. Cuando mordisqueo tu cabellera elástica y rebelde se me antoja que masco añoranzas. Canos BAUDELAIRE SUSCRIBASE UD. A “la mor DOCTOR RICARDO VERTIZ MEDICO CIRUJANO FACULTAD de MEXICO Consulta de 10 a. m. a 6 p. m. Oficina: 102 S. Main Esquina de Primera y Main Teléfonos: Oficina, VAndike 5564 Res., ROchester 6886 Casa Mexicana de Música Mexicana Fonógrafos y Dis cos. Proteja a sus compatriotas. 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De venta en Droguerías y Boticas EL INGLES SIN MAESTRO m W -r/l -^-Ck METODO PRACTICO Vi PARA APRENDER ■ •—-■* n ilMli ■ *t-r. >,' t Idioma #IfiLE¿,CQN ia • < PRQjNUNCI ACION FIGURADA Süt ™¡¡H V, & -1.-VW ¿Que sabe usted de esto? ¿Sabe usted que la gelatina subs tituye a otros alimentos, ayuda a su digestión y aumenta su valor alimenticio? Por este motivo, además de ha- , eer agradable el alimento, hay o trns razones para emplear la ge latina. —¿Sabe psted que la leche es uno de los alimentos que pueden ser substituidos con gelatina? Por este motivo se recomienda agregar gelatina a la leche de va ca para los niños de pecho. —¿Sabe usted que un poco de gelatina en el helado evitará que se haga basto y granulado, y se podrá conservar algfln tiempo? Por este motivo la gelatina agre gada ni helado, antes de congelar se. además de aumentur su valor alimenticio, mejora su calidad. —¿Sabe usted que la gelatina de la carne y de los huesos es lo que da a la sopa su mayor valor ali menticio? Por este motivo la sopa del pu chero necesita hervir lentamente para sacar de la carne toda la ge latina. —¿Sabe usted que se encuentra mucha más materia para hacer ge latina en los huesos y tejidos de los animales jóvenes que en los que son ya maduros? Por este motivo se adquieren frecuentemente los huesos de ter nera para agregar a la sopa. —¿Sabe usted que los huesos comprados para lograr extraer ge latina cuestan más que la gelatina iya preparada? Por este motivo es más económi co añadir gelatina comercial a la sopa, que comprar huesos. —¿Sabe usted que la plña en bruto contiene un fermento que de rrite la gelatina? Por este motivo debe calentarse pifia fresca • antes de agregar la mezcla de gelatina. —¿Sabe usted que el musgo del mar de Irlanda es una forma de la gelatina vegetal rica en yodo? Por este motivo la gelatina he día de tnusgo de Irlanda tiene un valor especial en la curación y tra tamiento de la papera. —¿Sabe usted que el agar es una gelatina vegetal que no se digiere cuando pasa a través del cuerpo? Por este motivo se emplea en la curación del estreñimiento, porque la húmeda masa esponjosa que for ma, ayuda a estimular la acción de los intestinos. —¿ Sabe usted que los sabios han encontrado microbios en la gelati na? Por este motivo todo alimento que contenga gelatina debe ser ta pado cuidadosamente y empleado mientras esté fresco. Hombres Estancados El Ideal encarna, se mueve, pal pita; se llama Dantón ep la tribu na. Paiafox en la brecha, en la ho gueiu Servet. Alumbrando con sus fulgores el cerebro del héroe o del genio, lo lleva a Ginebra Calvino, a liorna Galileo, a América Eranklin, Bonaparte a Lodi. Nacido en las nebulosidades de un cráneo, acaba por alumbrar a los mundos con fulgor que sólo se extingue cuando los pueblos y las razas oyen ese supremo llamamiento, tras del cual se derrumban en el tiempo, dejan do tras de sí el polvo de oro con que la historia cubre loa nombres augustos de las civilizaciones que fueron. ¡Vivir! Vivir es eso: surgir al eco de una voz, encarnar una idea, realizar un destino, cumplir un fin; no pasar como sombra funesta so bre un pueblo o sobre un hogar, sin dejar otra huella que el soplo he lado que se cierne sobre los sitios muertos, sobre las aguus estanca das; porque las aguas, como los hombres, como las sociedades, no pueden estancarse sin infestar el lugar en que habitan. Antonio ZOZAYA. El mejor oficial de nyostro lista do Mayor era el teniente Hermán Hrayle, uno de los dos ayudantes de campo. No recuerdo más do dónde le habla sacado el general; a lo mejor, de alguno de los regi mientos del Oblo. Nadie entre nos otros le conocía, cosa bien natural por lo demás, puesto que ninguno de los miembros de nuestro lista do Mayor provenía del mismo esta do, ni aún de estados limítrofes. lil general parecía creer que el so lo hecho de servir en su Estado Ma yor implicaba un honor que debtft conferirse con el suficiente tino como para evitar celos y rencillas que pudieran poner en peligro n qviella parte de la Unión cuya in tegridad subsistía aún. Resestíase hasta a designar para estas fun ciones a oficiales pertenecientes n las fuerzas que comandaba y. gra cias a no sé qué manipulaciones de parte del cuartel general del cuer po, las prevalía sobre cualquier otra brigada que no fuera la suya, En tales circunstancias, los servicios do un oficial'debían ser muy sobresa lientes a fin de que su familia y u mistades civiles oyeran hublar de ellos. Por otra parte, la trompeta de la fama, de tanto resonar, ba ilábase un sí es no es afónica. El teniente Hrayle media más de seis pies de altura; eru un gigante bastante bien proporcionado, de abellos claros, ojos gris-azulados, combinación que. en los hombres a si dotados, geperslntente implica un valor de calidad superior. Como frecuentemente mostrábase con si: uniforme de gran parada, sobre to do si debía entrar en batnHa. a la Inversa de sus compañeros de ar mas q’, en el trance, aprestábanse con menos esplendor, presentaba un aspecto impresionante. Esto a un lado, comportábase como un perfec to gentleman. Su mentalidad era ¡a de un letrado: su corazón, el de un león. Debía estar en la treinte- No tardamos en experimentar por Bravie una viva simpatía y fué ’on sincero' disgusto ¿uto, cuando el ísunto de Stcne's River — el pri mer encuentro en que tomó parte desde su incorporación a nuestro cuerpo,— observamos en él un de fecto, ufi defecto inadmisible o in digno de un soldado: hacia derro che de su bravura. Durante todas las vicisitudes y las peripecias de aquel endiablado encuentro, que nuestras tropas combatieran a cielo abierto, en los campos de algodón o en los bosques de cedros o bien detrás del viaducto del ferrocarril, ni una sola vez el teniente se puso a cubierto, salvo cuando recibió la orden formal del general, quien te nia, entre otras minucias, la cos tumbre de velar por la seguridad de los oficiales de su estado mayor v algunas veces de la tropa. En todas las acciones que a con tinuación tuvieron lugar, el com portamiento del teniente Tirayle, mientras estuvo con nosotros, fué siempre el mismo. Jineteaba y se mantenía sobre su cabalgadura con actitudes de estatua, en medio de un huracán de balas y de metralla, en los lugares más expuesto^— en todas partes donde, en realidad, el deber exigíale que estuviera y so le toleraba que permaneciera— cuando sin la menor deshonra yafln con evidente beneficio para su con dición de hombre sensato, hubiera podido prevalerse de sus atribucio nes para ponerse a cubierto, si tal es posible en el ramM de batalla, durante los breves intervalos en' que sus servicios no eran necesa rios. A pie, ya por necesidad o por de ferencia hacia su jefe o sus cama radas ocasionalmente desmontados, observaba Idéntica linea de conduc ta. Manteníase a descubierto, in móvil cual una roca, mientras el resto de la tropa poníase cuerpo a tierra alrededor suyo. Mientras que los hombres más viejos que él en a flos y.en experiencia, de un grado más elevado y dp una intrepidez incontestable, preservaban escru pulosamente tras una colina las vidas infinitamente más preciosas que la suya para el país, aquel mu chacho permanecía plantado en. lq cresta «del montículo, con el pecho descubierto y cara al lugar de don de más nutrirlo fuego se le hacia. Guando se libra un combate en terreno descubierto, freeuentemen o ocurra que los combatientes se •nfrentan durante horas y horas i distancia de una pedrada, pegan lo sus cuerpos a la tierra cual si irdleran de amor por ella. Los ofi ialos do linea, en sus puestos, no ¡e aplastan y ocultan menos que sus hombres, y los del Estado Ma Método Práctico Para Aprender en Vein te Lecciones el Idioma Inglés. Con la Pronunciación Figurada en Castellano. 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El Teniente Brayle JLA OPINION Domingo, 19 de Diciembre de 1926 yor, sus caballos muertos o envia dos a retaguardia, se acurrucan ba jo la lluvia infernal de la metralla sin acurdar ninguna atención a eso que se llanta dignidad personal. En semejantes circunstancias na die se atreverla a asegurar que un oficial de' Estado Mayor de brigada goza de una perfecta felicidad, y es to principalmente n causa del pre cario carácter de sus funciones y las alternativas llenas de emoción y peligro a las que se halla expues to. De un estado do relativa tran qtftlldad, asi, sin más trámite,- se le puede arrancar para enviarlo, a lo mejor, a un regimiento de los que combaten en la primera linea. Por lo regular, en tales circunstancias, el oficial baja la cabeza y echa n correr lo más que puede, sintién dose el blanco de muchos millares de tiradores. 1,0 habitual, palabra, es no regresar jamás de este género de excursiones. El método empleado por Hrayle era otro. Confiaba su caballo a un ordenanza — adoraba a su caballo —y se alejaba tranquilamente hacia la linea de fuego sin Inclinarse lo más mínimo, acentuada su talla es belta por el uniforme, atrayendo todas las miradas con aquella su extraña fascinación. Do seguíamos con la vista, suspensa la respira ción, el corazón en la garganta. Hasta una vez no faltó quien, en tusiasmado con aquella frialdad an te el peligro, cediendo a su emoción, no pudo dejar de gritarme al oído: —Apuesto d 05..., dos dólares... a ... que 1e... tocarán antes... que llegue a ... la trinchera No acepté el brutal desafio: te mí perder. Permítaseme rendir justicia n la memoria de un bravo. Aun expo niendo inútilmente su vida, jamás realizó la menor bravata, nunca hi zo el relato de sus heroicidades. Cuando — cosa rara — uno de los nuestros se permitía hacer alguna alusión a su temeridad, Hrayle sonreía con amabilidad y encontra ba una respuesta frivola que des corazonaba al más Insistente. Una vez dijo: • —Mi capitán, si alguna vez llego a desoír sus Indicaciones, espero que mis últimos momentos serán endulzados por su voz murmuran do a mi oído estas fatídicas pala bras: "Ya se lo habla -prevenido.” Festejamos la ocurrencia con templando la cara de desconfian za puesta por el capitán, aunque sin podernos explicar el porqué. Y aquella misma tarde, cuando el desdichado fuó atravesado por las traidoras balas de una emboscada, Brayle permaneció algunos minu tos ante su cadáver, arreglando los inanimados miembros sobre el sue lo con un inútil esmero, en medio de un camino barrido por ráfagas de metralla . Es tan fácil condenar eagoA actos como abstenerse de imitarlos: por más que resulta imposible dejar de respetar a aquellos que los 'reali zan. De ahi que le perdonáramos a Brayle aquella debilidad. Hubié ramos preferido que no fuera tan sensiblero y alocado, pero él insistía y persistía, sufriendo a veces crue les heridas, aunque volviendo a la carga de un día al otro, tan insen sato y ciego como antes. Ni qué decir que la cosa conclu yó mal. Quien desafia la ley de las probabilidades, irrita a un ad versario bien difícil de vencer. Fué en Resaca ,en Georgia, durante la maniobra que conclúyó con la to ma de Atlanta. Delante de nues tra brigada, las trincheras del ene migo extendíanse sobre el campo desnudo, perfilando una ligera emi nencia. En cada uno de los extre mos de aquel campo descubierto hablamos entrado en rontacto con el adversario, pero la zona que te níamos frente a nosotros no podía- món esperar ocuparla antes de la noche, cuando la obscuridad nos permitiera atrincherarnos a nues tra vez. En aquel lugar, nuestras lineas se hallaban a un cuarto de milla, al borde de un bosque. Gro seramente formamos un semicírcu lo: la linca fortificada del enemi go venia a ser la cuerda dél nrco. —Teniente, vaya usted y diga al coronel Ward que avance tanto cuanto se lo permita el terreno, per maneciendo a cubierto y procuran do economizar municiones en un fuego inútil. Puede dejar su ca ballo. Cuando el general impartió a quella orden, estábamos al borde de una floresta, próximos a la ex tremidad derecha del arco. El co ronel Ward se hallaba en la extre midad izquierda. E] permiso para abandonar su montura que so daba a Bravie significaba claramente que debía tomar por el camino más largo y marchar por el bosque a travesando el emplazamiento de las tropas. En realidad, lq autorización era superficial. Tomar por el cami no más corto hubiera implicado la imposibilidad certera de entregar el mensaje. Antes de que se le pu diera advertir, Braylo avanzaba despreocupadamente a través del cani])o al galope de su montura. Los parapetos de las trineherns enemigas coronáronse instantánea mente de nubéculas blancas. a ese imbécil! — ex clamó el general. l’n soldado de la escolta, dotado más de ambición que de cordura, espoleó su caballo. A las diez yar das calan hombre y bestia en el campo del honor. Bravie ya estaba lejos. Tranqui lo, galopaba paralelamente al ene migo, a menos de doscientas yardas de sus lineas defensivas. Merecía la pena de ser admirado. Su cham bergo habla volado— quizá abati do por una bala y sus largos ca bellos rublos agitábanse, subiendo y bajando, siguiendo los movimien tos del caballo. Derecho, sobre la silla, las riendas en la mano Iz quierda y la derecha pendiendo ne gligentemente al costado. De vez en ruando columbrábamos su bello e Impasible perfil, cuando volvía la cara a Izquierda y derecha, prue ba de que el interés que tomaba por lo que pasaba alrededor era tan na tural como desprovisto dé afecta ción . Escena intensamente dramática, sin quc por nada del mundo rcsul (Sigue en la 11a. Página^. a ROMANCE OE LAS 3 NINAS DE CORDOVA I Carnaval do Córdoba. Chillido «le máscaras. Por sabor quién fuera, las tres se asomaban, las tres vaporosas en las blusas largas, Floreció tres lirios, decid, la ventana. Por saber quién fuera, las tres se asoinabun, Pasaron chillando las máscaras. I,a calle en la siesta se tiende violácea. Y en la lejanía, de luz calcinadas, las sierras azules blanquean calcáreas. Todo esto en la muerta quietud provinciana. Todo esto en un airo de llamas. _ Pero al fin disloca la tediosa calma, rodar de carruaje quebrando las cuadras. Fas casas se mueven como de barajas. Las tres que lo oyeron, las tres se asomaban. Tres baldes traían con globitos de agua; de todos colores la frágil metralla. Paróse el carruaje; se abrió la ventana. En el coche vienen —la capota baja y tres baldes llenos do aquellas granadas—■ tres mozos garridos de mucha elegancia, doctores de Trejo; de Trejo y Sanabria. Pan las buenas tardes y el combute traban. Sonriendo se aprestan las Gracias. Toalla a la cabeza que el sol les tapara, y al aire los brazos en las mangas clarus. No sé qué de monjas.... No sé qué de hadas..,. Con las buenas tardes el combate truban. ¡Carnaval, ahora que una nube cándida dulcifica el cielo de la siesta en llamas! ’t 1 Certeros los globos aciertan y estallan. Los cuellos, los brazos, las suaves espaldas, de un agua se mojan que besa y que canta. La tarde se nubla de nube tan blanca, que el sol en *su espuma se lava. Y un niño contempla —como yo se llama — la lluvia de globos, la fresca batalla, los ángeles novios, la casa cercada. ¡Pupilas no habla tan maravilladas! Pero ya los pomos de ardiente fragancia, a chorros provocap, a chorros desmayan. Las tres por vencidas las puertas cerraban. Se aleja el carruaje. Ya cruje la calma; la calma de Córdoba que se resquebraja. II Con el sol poniente que so enmascaraba de Momo del cielo, de Momo escarlata, retornó el carruaje, se abrió la ventana; con el sol poniente que se enmascaraba y entre nubes locas, vestidus de gasa, se daban su fiesta de máscaras. Retornó el carruaje; se abrió la ventana. I.as tres se ataviaron con todas sus galas. Y ellos, bien que lucen su pulcra elegancia. Ahora, ni pomos ni globos portaban. Serpentinas traen, de Ilusión pintadas. .. Y mientras la tarde se rompe y se aja —barrilete ul viento de las lontananzas— serpentinas suben, serpentinas bajan de la casa al coche, del coche a la cusa. Techo, los alambres de la luz urbana. Red de serpentinas del coche a la casa. Manto de colores para la ventana. Serpentinas suben, serpentinas bajan. Red de serpentinas los sueños ataban. Y arco fué tejido de carnavalada, como arco del triunfo, como arco del alma. ¡Arco de papeles del amor que pasa! 111 Al balcón de noche las tres acodadas, las tres en silencio soñabun. Colla que pasaba, cobrizo el color, hierbas les ofrece puru mal de amor. Arturo CAPDEVILA. Definir el Mar... Traducción autorizada de Atilio E. Caronno Podía parecer absurdo: sin em bargo era asi. A los diecinueve años, Gracia no conocía todavía el mar. No se Imilla alejado nunca del serrano pueblo en que naciera y en que seguirrla viviendo al despo sarse, pues que Antonio Marnellu se casaba con ella con la firme in tención de iniciarse en la tienda del suegro y reemplazarle en el trans curso del tiempo. No obstante, una de las noches anteriores a la de la boda no se discutió mayormente la meta del viaje. Toda la familia estaba con corde y el novio también, que no dudó un momento siquiera de lo acertado de la resolución: irían a una playa de mar. pasarían la pri mera semana de amor en el pueblo marino' más próximo. La madre no se conformó empero con aconsejar a los novios, quiso dar a ln hija Idea de lo que era el mar. Hablan transcurrido muchos años ya, pero ella recordaba muy bien qué era el mar, pues habla estado en una playa marina en determinada opor tunidad. ¡Explicar qué es el mar! ¿Acaso se puede dar Idea de lo que es el mar? A pesar de eso, la madre insistía con sus vanas palabras ante los ojos atónitos de Gracia, pues real mente temía que la bija pudiera experimentar una sensación dema siado violenta ante la visión del mar y porque su Intento de pre pararla para la aparición de la in mensidad le permitía forjarse la vaga idiín de un repentino aniña miento de la hija, a la que volvía a la Infancia y porque, además, cae retorno al pasado le permita sus tentar —casi sin darse cuenta —la Ilusión que su querida Gracl no se iba a separar definitivamente de; ella. ¡Si era todavía tan joven! —Comprende, Gracia: tu debes imaginar.... tu debes suponer.... Pero no sabia decir qué cosa, y lo mejor que supo hacer fue abrir el atlas de Sandro, hijo, en la pági na de la Italia Central, dejando qne la hija fantaseara una vez más en presencia de esa faja azul, que allí donde concluían las señales de la tierra simbolizaba para la mucha cha ignara el misterio que no lo graban despejar las palabras de la madre. • Era esa la costumbre de todas las noches: estando todavía todos reu nidos en el comedor colmado de bote en bote por la inmóvil, casi li quida y aceitosa luz de la lámpara, en la que quienquiera se moviese parecía desplazar oleadas untuosas y ¡amarillentas, sobre la mesa a me dio levantar quedaba la copa vino sa y el mantel del padre y en el costado despejado estaban los li bros de Sandro: el mantel sugería ,el ademán de Gracia que lo habla recogido y doblado en la mitad de la mesa. Fantaseo de Casi todas las no ches que entrañaba una pregunta sin respuesta: ¿Cuándo? La mano de la muchacha se obs tinaba en ir señalando sobre el ma pa el breve itinerario: desde el pue blo serrano hasta la mancha azul y más exactamente liastu el más cercano burgo marino. El más próximo: pero entre ambos puntos, el de parthla y el de la meta, esta ba, de por medio la cadena de los Apeninos, se levantaban todas esas montañas señaladas en el atlas de Sandro por una alargada mancha gris-marrón bien marcada, de re lieve casi, surcada de sombras obs curas que parecían decir inexora blemente al fantnsear de la mu chacha: ¡No, nunca! Esa noche, en cambio, detrás de la ansiosa pregunta habla una pa labra precisa, luminosa, embriaga dora: ¡Mañana! Y la mano de Gru ida parecía experimentar el goce de esa cercana sensación de perte nencia,, al palpar la trayectoria del viaje Inminente; parecíale sentir el relieve de las letras del nombre, creta tocarlas, asi como al día si guiente tocaría los muros «ie las calles desconocidas. Si, como fi traído por el azul que el lápiz de Sandro habla intensificado, el dedo de Gracia resbalaba más allá del lugar donde delgadas letras decían Mar Adriático, sentía toda su san gre estremecida por un escalofrío, como si repentinamente se le hu biese revelado el imjuietante enig ma. Ija estación en que bajaron estaba en el mismo corazón del pueblo, cu yo más tupido núcleo do casas se Internaba hacia la colina y tan ba jo era su nivel que por ningún la do se dominaba la costa. Habla pues, que buscar el cami no que condujera a la palaya. No quisieron averiguárselo a nadie: quisieron uguardar solos, vagabun deando por las calles desconocidas del pueblo, tan angostas que carga ban de sombra las primeras clari dades del alba, el llamamiento del mar. Presentían que de un mo mento a otro, al trasponer un reco do, en una esquina cualquiera, el mar los habla llamado. Gracia no hablaba. Apoyándose en el brazo del marido, miraba hacía arriba las cimas de los árboles de la colina y las chimeneas de las techumbres, pues una peculiaV claridad trepi dante, un deslumbramiento que ilu minaba esas copas advertía a la mujer que cimas y "chimeneas res piraban el mar. Eran como ros tros ya iluminados por el reflejo de la inmensidad, cuya luz respirada desde abajo, desde la estrechez de las calles, revelaba a los excluidos la inminencia de la pasmante vi sión. Todo el pueblo dormía aún; pero el sol se detenía ya de trecho en trecho con abandonos cambiantes, tornadizos, sobre los techos de las construcciones, como un pintor de tejados que ejecutara su labor an tes del despertar de los habitantes; y la infinita movilidad de esas fa jas de luz cálida y casi hiymeju confería una.más i»roiunda quietud Por FAUSTO M. MARTI N1 de sueño a la estabilidad do los edi ficios del pueblo, entre cuyas ca lles los dos nuevos huéspedes iban transitando con el aire de quien está a la espera de algo. Y breve fue la*espera: el mar los atrajo con su voz no bien llegaron a la esquina de un palacete gris, con un impre visto relampaguear de celeste en el fondo de unu arcada. La aparición fue tan subitánea, que Gracia creyó por un instante que alguien se hu biese asomado y le hiciera señas desdo una inmensa ventana que se hubiese abierto de repente. En la esquina de la calle paralela se repi tió el• llamamiento y como el pue blo estaba delineado con simetría perfecta alrededor de la calle prin cipal, en cada esquina la mujer hu bo de sorpßenderse por ose reitera do ondear de azul. Antonio conocía a su mujer des de niña y sabia muy bien que era Incapaz de ocultar cualquier ale gría que experimentase, por peque ña que fuese. La Impresión jubilo sa se volatizaba casi en sus meji llas encendidas y en sus ojos cente lleantes, de tal manera que sus de dos presionados sobre éstos y la bo ca no lograban detener ese fluir lu minoso. contener ese Irreparable desprendimiento de luz. El esposo que la hnbta guiado sostenida con su brazo ante la maravilla que se le estaba revelando por vez prime ra, so entregaba ahora a escrutar le el semblante, parado a su lado, sin hablar. Pero el semblante de la mujer pa reció contraerse completamente ve lado de atónito terror. Gracia con templaría la lejanía, su mirada se perdía, en la plena luz que reinaba ya, mirando algo lejano, impreciso, un punto, una linca de azul más intenso que las olas, algo que pare cía la primera grada de unu escali nata socavada Icjisimos por un jue go tornadizo de reflejos variantes, sostenido quién sabe cómo, por in corpóreos pilares aéreos. Miraba; pero sólo durante breves momentos: inmediatamente su mi rada y su espíritu buscaban un re fugio humano: ya el brazo del hom bre que tenia a su lado, ya el vo cear que de entre las embarcacio nes amarradas elevaban unos cuan tos muchachos descamisados que ponían una neta señal de humani dad en esa inmensidad aterradora y fascinante al par. No era posible reconocer a Gra cia algún tiempo después de su re greso del viaje de bodas: tan cam biada estaba de carácter y de as pecto. En el pueblo lo notaron to dos. La madre, por el modo con que miraba cada vez que hablaba: con los ojos bajos, nunca miraba do frente a personas y a cosas, parecía que al mirar hacia el suelo su es píritu se curvara hacia alguien que la «Aclamara desde adentro, como dialogando con un Interlocutor mis terioso invisible para todos y sin embargo muy cercano a ella sola. Lo notaron los parientes y los amigos que de noche se reunían en el comedor de los recién casados, porque mientras en torno de Gra cia efecvescta el bullicio que to dos juntos producían, se notaba muy bien que Gracia estaba espi ritualmente lejos de lo que uc.onte cla y se hastiaba como si toda esa cháchara derrochada le impidiera prestar oído a una voz Inteligible solamente para ella que le babluba en el corazón. Declan de ella las mujeres del DR. RAMON LOPEZ Médico, Cirujano y Partero Ofrece a Ud. aus servicios pro fesionales en Medicina y Ciru- Jia Generales y Partos. Cura ción de enfermedades propias de la mujer y niños. Enfer medades de los Nervios y San gre. Examen con RAYOS X OFICINA: 232 Calle Segunda. Oeste Los Angeles, Calif, Tel. de Oficina —Tel. Residencia VAndike 3321 BEacon 1485 ¡■Tnrini mi i ii—ib iiubmim ■ —~r~ir nwr, FARMACIA AZTECA | 127 So. 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