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La viajera apuró una fuerte do:'¡s cié estricnina, muriendo enir.cdio t!e crueles dolores, según pudo obser vurse por las quejas amrustiosar, que se (escucharon «n ei cuarto a las cua1ro de la mañana, hora en t.ue se supone apuró e! venero. La señora Delgado es completamente desconocida er. Tampico. Cuando llegó al hotel a? inscribió en ios l'bros. dando simplemente su non: bre sin decir .!c lónde venia ni cual j era el objeto que la traía a esta población. En el hotel, la señora Delgado permanecía sin hablar con nadie, y causaba estrañeza el hecho de que cas! siempre se la veía triste y como pre EN SEPTIEMBRE VAN! A DISCUTIR LA ; LEY SOBRE EL I j CIUDAD DE MEXICO, Ajrosto 20 j En e! rr.es de Septier.bre próximo, j I la Cámara Je Diputados ccnocerá del , rsuato de la Ley del Petróleo, pues ; la Asamblea, concedió ur nuevo plazo . a las comisiones respectivas para ■ rendir su dictamen. Los diputados en general opinan que. aún cuando e! Senado tiene perfecto derecno para conocer de este as.'rtc, como os un problema de i vital importancia, técnicamente no es tú capacitado para ello, en vista de que e¡ asunto nucrccc un detenido y concienzudo estudio. El pres'dente de :a Cámara de Di pinados cree que el Senado aceptó la proposición del senador Reyv.oso, ra de algún sufrimiento que a nadie reveló jamas. Solía salir a a calle vestida de riguroso luto, -iempre seria y retraída y sin que nadir; ¡a viera entallar conversaci ón con persona algu- | ra. Después de ocho d'*as de llevar esta misteriosa vida, la señora Delirado se enveneno dejando un papel escrito en el que expresó que a nadüc se culpara de su muerte. I-a suic'da era una mujer elefante, o'e buenas maneras, reveladoras die una exquisita educación. y era, además. hermosa en extremo. Nadie, hasta hc.y, ha podido averiguar al ir o sebre quién fue. cuál ti objeto de v.?nir a Tampico y mu:ho n enes ias causas de haber tomado la fatal determinación de privarse da le v'da en su solitario cuarto j de Miramar. porque desconoce el origen fiel articulo 27 constitucional y las intenciones de! Congreso Constituyente. E! viceC'-nsu! de España hace ge*tionej. E¡ vice-Cónscl de España en la ciulad cié Pachuca. conferenció ayer con i?l jefe de las operac'ones militares en el Estado de Hidalgo, genera! Francisco de P. Mariel. Oficialmente se sabe que en la junta el vk e-Cónsul. señor Balbino Gallego, pidió al general carroñe isla la üUrtad d'o los treinta y cinco detenidos españoles, que están acusados cíe rebelión, pero que Mariel se mego a acceder a esta.^ peticiones, manifestando que los iberos contarían con toda c^ase de garantías en su viaje a Viera cruz, en donde, probablemente, serán reembarcados en el primer vapor que zarpe r>ara el extranjero. Cuando necesite IFbros en español diríjase a Ignacio E. Lozano. 11S N. Santa Rosa. Ave., San Antonio. Tex. OTRO PAGADOR QUE HUYE CON LOS I FONDOS EN S. LUIS SAN LUIS POTOSI, Agosto 20.— La ya larga iista de los pagadores que han huido con fondos pertenecientes a la nación, acaba de ser reforzada con el nombre de Antonio J. Ruiz, pagador militar de las fuerzas del Estado, que acaba de desaparecer de esta ciudad, llevándose ia suma de sesenta y cinco m¡l pesos oro nacional. Ha llamado ia atención la conducta dei señor Ruiz. pues siempre se le había teuido por un hombre de honorabilidad completa. Se cree que el empleado infiel se encuentre en la capital de la República, a juzgar por lo oue declaran algunos militares, quienes dicen que lo vieron embarcarse en la estación del tren del Sur. Lr.s autoridades judiciales de esta ciudad, han enviado exhorto a las de México, para que a ¡a mayor brevedad posible capturen a Ruíz. Alg-o más sobre el ''linchamiento". Las averiguaciones que las autoridades de Zaragoza han llevado a cabo para investigar quiénes son los directamente culpables del ■'lynchamieito" que se cometió hace un mes en la persona del señor Galván, han dado !os mejores resultados. Ayer fueron aprehendidos dos vaqueros sobre quienes pesa la acusación de ser los directamente responsables c'e este asesinato. :o: JAPON NO AUXILIARA AL ALMIRANTE KOLCHAK •!» <• •;* v •> v v •!- 'J + •J* Trae tran»!at:cn íiled with *he Po»tr% ma8ter a: San Aliono. Tex.. a» re- •}• »> auired bv the a:t of Octoiwr 6. 1917. «í» {• ♦ v v •> •> v í í ? r •> f v •:* <• WASHINGTON, Agosto 21.—I>c fuente oficial se ha sab'do aquí que el crobiemo japotic-s, después de maf*uro<? debates en el seno de su jra!>irr;te y de o:r el parecer de sus consejeros diplomáticos y leales, ha resuelto contestar al Almirante Kolchak, jefe del Gobierno ar.tiholshev'ki ruso de Omsk. que no Imede acceci2r a su petición de em\iarle las varias divisiones. de tropas que le ha pedido para quü lo auxilien contra los bolshevikis. :o: Los padecimientos del estómago son debidos a acidez Da un medio digno de confianza, cierto y rápido de alivio para indigestión ácida. Ijvs nombradas enfermedades del estomago, tales romo indigestión. Ras. acedía, dolor de estómago •• incapacidad d-* retener el alimento en e! estómago. de cada diex casos. en nueve s<.n evidencias simplemente de que se está efectuando secreción excesiva de ácido en el estómago. causando !a formación de indigestión gaseosa y acida. El ras dilata e! estómago y causa esa sensación de lleno opresiva y ardiente conocida algunas veces como acedía, mientras que e! ácido irrita e inflama las delicadas paredes de! estómago. El padecimiento nace enteramente del excesivo desarrollo o secreción d? ácido. Para suspender o prevenir la agnación de los alimento?, contenidos en el estómago, y para neutralizar el ácido y hacerle blando e inofensivo, una cucharndita de "Bisurated Magnesia ' es un efectivo y buen correctivo de estómagos ácidos: deberi» tomarse después de las comidas en un cuarto de vaso de agua caliente o fr¡a. o en cualquier tiempo que se sienta gas. acedia o agrura. Esto ar moniza el estómago y neutraliza la acidez en ui.os c jautos momentos y es un remedio perfec'.amenío inofensivo y muy barato. L'n aníi-ácido. ta! como la "Risurated Magnesia.' ei cual puede obtenerse en cualquier droguería, ya sea en privo o en forma de pastillas, habilita al estómago a efectuar propiamente sus funciones sin la ayuda de digestivos artificiales. Hav varias formas de roatnesias. así es que este cierto de pedir j tomar tínicamente "Bisurated Magnesia," la cual es preparada especialmente para loj fine« antes indicados. "Bisurated Magnesia" se encuentra a la venta en todas ¡as boticas y droguerías. — Adv. Economice en lo que quiera menos en la salud. Compre siempre la Unico depurativo en su clase, en calidad, sabor y propiedades curativas. 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LOZANO 118 Norlh Santa Rosa Ave. San Antonio, Texas. FCLLETTIX Ñuta. 123 LA JUVENTUD DE ENRIQUE IV — 'Sin embarco. observó Raoul. ei principe Enrique se casará con maouma Margarita? —S¿n duda. pero... Nancy se detuvo, y uecro pros:- | guió bruscamente: —Eres demasiado joven mi que-' r?do Raoul. y no comprendes r.ada de política. • —;Bah! i —.Mira, añadí > Nancy; en esta mesa hay una persona a quien !a reina madre od;a aún más que a! princ'pe Enrique de Borbón. —¿Y quien puede ser? Raen! hizo esta pregunta como t ¿mirado. — La leina de Navarra, respondió !a camarera El asombro de Raoul <e convirtió en estupen. —;.Y por qué? ; . —Porque feo- cuarenta años y no representa tro .-:a. :r.ier: tras que madama Catalina, que fcerp cuarentaicir.i-o. ios lleva mu estuosa mentí. —;C7h! ¡.rae ocurrencias teño sí —¡Mi querido Raoul, dijo Nancy. ¡tenia razón en dec-os que no entendíais na.iae r. m;. r t? política#! —Yo ereo, replicó Raoul. que ros ves to ¡o por ' ; > .n.-t" —o crec. repli.- R&ou!. ■. ... vos veis todo por el iida ca-s triste. —¡Calla! dijo Nancy. escucha... En es;e momento dcoia en efecto :»! reiría madre a madama Juana de Albnet. reina- de Navarra: —Señora hermana y prima mía. os ho reservado el estreno del pataco que he hecho edificar en la calle •Je Kcausejour: vos sereis la pr:encía que lo habite, y todo esia preparado para recibiros. La reina de Navarra se inclinó. En aquel rn;smo instante Renato atravesó otra vez por la sala del festín y car.íbü otra mirada con la Tirina Catalina. Entonces Nancy se indinó de nuevo al oído de Raoul y dijo lentamente: —¡La reina de Navarra está en nel;2To de iw.ertfc!... II V.\ palacio que madama Catalina de Médic's hacia construir entonces i.r. la calle de Beausejcur, y que mus tarde debía llamarse palacio de Soisson.-. en», va. aunque no estaba terrñnado todavía, una verdadera maravilla. i->. ias horas que la política y la¿> querellas de religión dejaban desear -x\r su espíritu 'r.quiíto, la ;eina madre volvía a ?£r la hija de lo; Mt- Ucis. es dec.r. la mujer delicada, aficionada a las bellas its y las letras, y apasonada por los cuadres, las c-tatúas y las maravilla? arquitec •.ónicas. El aia izquierda del palacio Beausejour. este ué su primer nombre. había side i:reparada a propos.to para ¡veibir a mañana Juana ce i Albret. reina de Navarra: Hacia cosa de un mes que casi todos ios (lias solía ir a él en litera madama Catalina. con el objeto ce villar por si misma los trabajos arquitectónicos y nunca dejaba de decir: •—Mi hermana y prima la reina de Navarra, cue üs una verdadera aldeana. y se sienta en taburetes de abe to en su palacio de Nerac o en su bicoca de Pan. es muy capaz de descalzarse al entrar aquí para no deteriorar el entarimado con las tachuelas de sus zapatos de becerro. Mas la eleeanc'a. la dijrnidad v ol porte altivo de Juana de Aloret habían desengañado a madama Catalina. 1.a reina rte Navarra era mujer i'<? corte- había vivido en Madrid en c-1 palacio de Felipe II. caando todavía brillaba el sol de esc jrran remado que los españolas l'aman aún el sijrlo le Carlos V. Una mirada bastó a las dos usinas para ad'vinarse y I conocerse. —Es una adversidad digua de mi, pensó Catalina. —La reina Catalina, dijo entre si Juana, es realmente la mujer que me 1 habian pintado. Voy a estar en su ! casa como en un campamento enemigo. | A co^a de les diez de la noche el i rey Caries IX v toda su corle, acom! pifiaron a la reina de Navarra al palacio de Boausejour. Juana había mostrado una amabilidad encantadora y desplegado ese inarenio saga::, ¿kiiViio y a veces alg-o libre de la reina Margarita de Navarra, su madre. Carlc.s IX había quedado pren dado Ho ?11.*\ y al besar su mano, la había dicho: —Señora quisiera s«2r Pedro »¡e líor.sard, mi poeta, para poder celebrar dignamente vuestro talenio y hermosura. Los señores de la corte habían cuchicheado entre sí: —No cabe duda qu£ los habitantes de la Corte de Xerac tienen muy buenos modales. En fin. madama Margar'ta habíale inclinado al oído de -madania Catalina para decirla: —Estoy cierta de que no me fastidiaré demasiado en Xerac. El .séquito de la re'na Juana guardaba proporción con su soberana. Componíase, en mayor paite le | jóvenes 'leños de ingenio y de gen- ' t:l presencia, y tan galantes coi las i damas, que Carlos IX, al lev~r>taiTi2 j de la :ne-a. había dicho a su capitán ] de los guardias dándole un guipeci- ! to en el hombio: —Amigo Pibrac, la invasión de tus compatriotas va a causar grandes per turbaciones en mi corte. —Es posible, señor. Y dichas estas palabras, M. de Pilrac haba guardado un silencio diplomático. Después que la re'n3 Juana hui'0 | llegado al palacio Beausejour. mada- ' ma Catalina quiso acompañarla er. ! persona hasta su cuarto de dormir, y í no se retiró sino luego que huuo acep I lado sus propias camareras. La reina de Navarra no había traído consigo más que hombbres, rieservándos-; escoger en París a'gur.as mujerío para su servicio. Después que e¡ rey y la reina madre se retiraron. Juana de Albert se quedó a solas con su h'jo y Noé. El principe anhelaba mucho poder conversar <on su madre, pues apenas había podido todavía con tarla en alevinas palabras cón*o se había visto precisado a renunciar a su incógnito. La reina de Navarra se reclinó a medias en un gran sillón e hizo seña a los dos jóvenes para que se sentaran. —Vamos a ver. h'jos míos, dijo: .'. queréis que hablen os un rato? Xoé hizo brillar on sus labios esa sonrisa burlona que tanta gracia daba a su fisonomía. —¡Ahj! señora, dijo: si Vuestra Majestad pide ia nelac'ón completa de nuestras aventuras, pudiera sucede que pasara la noche en vela. Juana se sonrió a su vez, dirigiendo a su hijo una mirada afectuosa. —¿De veras? dijo. —Hemos vuelto a empegar la historia ¿e ios paladines, señora. —Noé exagera, señora, d'jo el prín cipe a su vez. —Y Enrique, continuó Noc, ha encontrado medie oe hacerse querer del rey y madama Margarita, y de que !e aborre7.cn la reina madre. Juana de Albrot frunció las cejas. —Esa es una gran falta, dijo. —Pero aun tenemos un enemigo mucho más encarnizado, continuó Noé. —¿Quién es? —Renato el florent'no. —Pibrac me ha hablado con frecuencia ríe él en sus cartas; es un mal hombre, dijo la reina. —Un ?nvenenadcr, añadió Noé. Juana de Albret se extremeció, y una nube cruzó por delante de sus ojos. —Querido Noé, dijo, hazme -;n favor. ——Estoy a vuestras órdenes, señora. —Delante de nú, nunca debes ha-! ciar de venenos ni de envenenado-• res. i Noé y el príncipe miraron a Jua-i na de Albret con asombro. —Me han dicho s'empre que he de morir envenenada. —¡Ah. señora! exclamó Noé. ¿Y quien se atrevería? añadió En- I lique con desdeñosa sonrisa. —Pero dejemos todo eso, continuó la reina, contadme vuestras proezas, ihjos míos. Al hab'.ar así, esta madre, que paiecia más bien una hermana mayor, había cogido !a mano de ios dos jóvenes. —Á fe mía! dipo Enrique, como siempre me ha parecido a nn' que Noé se expresaba con elocuencia, voy a dejarle el cuidado de narrar nuestra odisea. —Habla, pues^ mi querido Noé, dijo Juana de Albret. Noé miró al príncipe de un modo que parecí?, decirla: * —¿Debo contarle.. . todo? El princ'pe respondió afirmativamente con Ja cabeza. Entonces Noé contó su visita-a! palacio de madama Corisandra, condesa de Gramont, y la última entrevista do Enrique con eila. 'o que la hizo arrugar e! cefio ligeramente; lúe pro su partida de Nerac y su encuentro algunos días después con la hermosa jdstera y Renato el florentino. Noé contaba r^onto y rúen, y a despecho de la amenaza 'pie había he^ cho a la rema de que pasaría la noche «en blanco, refirió todo en menos de dos horas. El reloj florentino "oJocado en una rinconera del cuarto de .dormir, señalaba las do'e de la noche, cuando conclayó su relación. La reina había escuchado atenta y fríamente, sin interrumpir una sola vez al narr..!3r; mas Enrique, que observaba las más pequeñas impresiones de su semblante, quedó pronto íntimamente convencido de q-is todas pus aventuras causaban en ella mucha zozobra. Juana de Albret giardó silencio todavía un rato, y por fin dijo: —¿Queréis cue os d'ga mi opinión, hijo mío? — Escuchad a Vuestra Majestad. —La amistad del rey y el amor de madama Margarita, puestos en una balanza, no pesarían tanto como el odio de la reina madre.