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JBolctlu ílct cantil k JDucrto-niro. : ;• ’í'p "■*•.•'*• B *‘- í 3 *■ I*4 . * .JÉ i . r ■ * **■ ; v ;: ’ * ¡ ¡ < ¡ ASO XXXI. Con esta fecha he vendido la Im prenta y propiedad del Boletín Mer cantil áD. Francisco Larroca; quien queda hecho cargo de todos los cré ditos activos y pasivos que en favor ó en contra tenga la Administración del indicado periódico, debiendo en tenderse con el Sr. Larroca todos los Agentes de la Isla, pai a el arregle de cuentas. Por consecuencia de esta venta, cesa en la Administración el Sr D. Claudio Grandy que hasta aho ra la ha desempeñado. Puerto-Rico 18 de Noviembre de 1871.— Pablo TJbarri. Habiendo comprado á D. Pablo Übarri la Imprenta y propiedad del periódico Boletín Mercantil, desde este dia quedo hecho cargo de la Administración del mismo, y los Srs. agentes tendrán la amabilidad de en tenderse directamente conmigo, pa ra servir las suscripciones, arreglo de cuentas &, &. La correspondencia la dirigirán á mi nombre (Administra dor propietario del Boletín M bcan til.) Puerto Rico 18 de Noviembre de 1871.— Francisco Larroca. Al variar de propietario el Boletín, no sufre alteración alguna su direc ción, y redacción. — José Perez Mo rís.—‘Francisco Larroca. La Providencia es española, Bella, consoladora y, lo que es mas, exacta, es la teoría histórica de D. Modesto Lafuente. “Aún suponiendo, dice el moderno historiador de Espa ña, que 103 libros santos no nos hubie ran revelado esa Providencia que guía al universo en su inagestuosa marcha por las inmensidades del tiempo y del espacio, nada mejor que la hiato ría pudiera hacerla adivinar, enseñán donos á reconocerla por ese encade namiento de sucesos con que el géne ro humano vá marchando hácia el fin á que ha sido destinado por el que le dió el primer impulso y le conduce en su carrera. Dado que el órden provi dencial fuera tan inexplicable como el fatalismo, le preferiríamos, siquiera fuese solamente por los consuelos que derrama en el corazón del hombre la santidad de sus fines. El que trazó sus órbitas á los planetas no podía haber dejado a la humanidad entregada á un impulso ciego.” En efecto, suponer que el mal pueda imponerse permanentemente al bien, creer que los malvados, los que no ven en el hombre mas que un animal mas ó ménos perfecto que otros, cuyo destino es la torpe saciedad de sus pasiones, han de arrastrar las socie dades en la carrera del crimen y del servicio, es no conocer la Providencia. Hánnos traído á la memoria estos jensamientos las últimas noticias que íemos recibido de nuestra hermana a grande Antil’a. Cincuenta años se ha estado trabajando en las tinieblas por hombres que en nuestros dias han dado mil pruebas de no creer en la 23 FOLLETIN. LA PEREGMACM DE CEDE HMD* fOBMA DB LORD SYlOff XIVAJDXJ OIDO POR I>. M., RE I.A PEÑA. CANTO TEBCEBO. (Continuación.) XXV. Móntase aceleradamente á caballo: el ordenado escuadrón y el resonante carro de la artillería corren á escape á ocupar su puesto en el campo de batalla; truena el cañón en lontananza; el tambor de alar ma despierta en la ciudad al soldado antes de haber lueido la estrella de la mañana; mientras los ciudadanos se agrupan, mu dos de terror, óse dicen. unos á otros en voz baja y eon pálido labio:— 1 “¡El enemi go! ¡Ya Ilegal ¡ya llega!” j í l XXYI. La “llamada de Cameron’Mlenfe el aire c<m sus rudas armonías; es el cante guer rero de Lochiel, que tantas veces oyeron |m 9o|ipaf de Albyn, y sus enemigos los Este PERIODICO se publica los domingos, miércoles y viémes; y cuando las circuns- ; I tandas lo exijen se dan alcances 6 suplementos.—PßEClOS DE ANUNCIOS Has-1 I ta seis lineas de impresión, 4 rs. fts. y en pasando, á 5 cts. la linea. Los suscriptores / , pagarán 4 cts. Los anuncios por meses 6 aflos se publicarán á predos convencionales. , PERIODICO POLITICO LIBERAL-CONSERVADOR, Providencia, porque no puede creer en ella quien ha ahogado su conciencia en un mar de sangre. Y tanto conspirar para quél para recibir el mas ejem plar castigo que hijos ingratos de una nación gloriosa, han recibido en época alguna de la historia. Apénas hay una familia traidora á España en Cuba que no haya sido visitada ó por la muerte ó por la miseria, ó por ambas cosas á la vez. Habíanse rezagado en las poblacio nes los tibios, los que entre los simpa tizadores son insurrectos, y celosos españoles entre los que defienden la integridad pátria; hipócritas que, pre tendiendo guardar un equilibrio im posible entre el ser yel no ser espa ñol, han permanecido gozando de sus rentas, sueldos y emolumentos á la sombra de nuestras leyes en tanto que mantenían embozadas relaciones con los enemigos de nuestra nacionalidad para quedar bien con cualquiera de los dos contendientes que triunfase, á fin de poder continuar en el pleno goce de sus posiciones en la sociedad cubana, fuese cualquiera la bandera que la fortaleza de la Ca baña. Vana, imposible pretensión la de aquellos miserables que siempre hemos odiado mas que á nuestros de clarados enemigos, á los que habiendo lanzado al viento su grito de guerra á riesgo de su vida, empuñan resueltos el machete y la tea. Esa Providencia que guía las sociedades no permite nunca que tales zánganos como los primeros, especulen con la sangre de sus hermanos, que estos nuevos Judas dén á los españoles su mentido ósculo de compatriotas y á los incendiarios tiendan una mano de vergonzante au xilio. Ya en Holguin, ya en Ságna, ya en Bayamo y otras partes la inflexible espada de la ley había caído sobre al gunas cabezas criminales de esos es pañoles por fuera y filibusteros por dentro que tanto abundan por des gracia. Mas la planta maldita de la insurrección se había sembrado con demasiada liberalidad para que no re toñase á cada paso allí mismo donde mas duro escarmiento recibiera. En Santiago de Cuba se descubrió por dos veces una numerosa asociación de in fames que mantenían toda clase de re laciones con los incendiarios al mismo tiempo que hacían fervientes protestas de españolismo, cubriendo algunos su traición con el honroso uniforme del voluntario, disimulándola otros con condecoraciones respetables debidas á la munificencia del Supremo Gobierno de la Nación española. Terrible, ine xorable fué con aquellos Júdas el consejo de guerra que presidió Gon zález Boet en 1870. Ricos ó pobres, hacendados ó pica-pleitos, aquellos á quienes se probó su criminal comer cio con los enemigos de España, pa garon en el patíbulo su traición jnícua. No ménos justicieramente se condujo el tribunal marcial que en el Cobre castigó en el corriente año á la segun da cáfila de mentidos españoles que había surtido de víveres y de otros efectos durante algún tiempo á ios latro-facciosos, conservando con ellos Sajones también. ¡Cuan agudo y terrible carece el son de la pibroch en medio de las tinieblas de la noche! Pero el mismo alien to que hinche la rúst ca gaita reanima el nat ral denuedo de los montañeses, tra yendo á su memoria gloriosos recuerdos y haciendo resonar en sus oidos las proezas de Evan y de Donald. XXVII. Y la selva de Ardennes agita sobre sus cabezas el verde follaje, humedecido aun eon las lágrimas de la Noche, como en se ñal de aflicción por tantos valientes que ya no volverán—si acaso los objetos inam ¿na dos pueden afligirse alguna vez. ¡Ay! que antes de llegar la tarde, sus cuerpos serán pisoteados, á modo Ae la yerba sobre la cual van marchando ahora, y que á su vez ha de cubrirlos cuando esta terrible masa de valor viviente que, ardiendo en espe ranza, se precipita contra el enemigo, es té pudriéndose en su helada sepultura XXVIII. Ayer, los vió el mediodía llenos de sa lud y vigor; la noche los encontró á cual mas orgulloso y regocijado entre un cir culo de beldades, y á la mitad de esa mis ma noche vino á sorprenderlos el estruen doso anuncio de la comenzada pelea Hoy, al amanecer, estaban apercibiendo sus ar mas, y el nuevo sol ha iluminado sus filas desplegadas enma|pfiikco é imponeijtaór- una especie de comunicación telegrá fica desde los balcones y azoteas de la ciudad española de Cuba. En todas las edades, en todos los paises, los traidores á la pátria han sido ejemplar mente castigados: y si La Constitución lamentó la muerte del Sr. Colás por que era rico y contaba con la protec ción del Sr. Azcárate, como con ella cuentan todos los caudillos de los hombres de Yara, no por eso deja de ser cierto que con el expurgo que se hizo en el Cobre decayó desconceita da la insurrección que hasta entonces se hallaba pujante por los alrededores de Santiago de Cuba, sin que hasta la fecha haya podido recobrarse de la pérdida que sufrió con la muerte de los auxiliares que había tenido en aquella ciudad. Estos clubs laborantes que con tan ta facilidad saben descubrir los leales de Cuba han empezado á fijar su re sidencia en las grandes ciudades de España; y hacen bien en organizarse léjos: su vida entre los españoles cu baños no puede ménos de ser efímera: hasta en la cara los voluntarios cono cen en la isla de Cuba á los simpati • zadores. Por esta experimentada suspicacia de nuestros hermanos de aquella Isla es que se acaba de descubrir una vas ta conspiración de españoles de pega que estaban en correspondencia, á lo que parece, con la Junta auxiliadora de Nueva-York á fin de auxiliar á los traidores en la Habana, reduciendo aquella gran ciudad á cenizas ó va liéndose de otros medios para hacer la felicidad de sus habitantes, proyec tos que los tribunales esclarecerán. El hilo de la enredada madeja lo cogió el subcotnisario Martínez apo derándose de un tal Antonio Socarrás que traía en el bolsillo su nombra miento de la Junta auxiliadora y que pagó con la vida su importante misión, pues habiéndose resistido á tiros con tra la policía, recibió dos heridas mor tales; y echando igualmente el guante á otro tal José Perfecto López triste mente célebre por las ocurrencias de San Felipe. Ya este pagó también en el patíbulo su culpa, y en el presidio unos y en¡la galera otros satisfacen la vindicta pública indignada los que con la máscara de españoles quieren reani mar la moribunda insurrección de Yara. Y como la Providencia es española , se gún dijo La Revolución ó es protecto ra del derecho y de la civilización ver dadera, como creemos nosotros, los criminales de la calle de Neptuno que tenían naturalmente muchos córnpli ces, pues para conspirar se necesitan muchos y esto es cabalmente el moti vo porque el oficio de conspirador es tan propenso á fracasos y contratiem pos, detrás de aquellos laborantes aprehendidos, había muchos mas no solo entre los abogados, escribanos, médicos y maestros de escuela, sino también entre los mismos empleados del gobierno español, entre los que? co men el pan de la pátria y, lo que es mas criminal, hasta un magistrado, un funcionario á quien la Nación confia den de batalla. Nubes preñadas de rayos los envuelven ahora, y cuando revientan esas nubes, la llanura se cubre toda de cierta arcilla, que mañana quedará á su vez cubierta por la are Ha del propio sue lo, amontonándose en una fosa sangrienta el caballero y el caballo, el amigo y el ad versario, todos revu ltos y confundidos. XXIX. Harpas mejor templadas que la mia han celebrado su gloria; pero hay uno que yo quisiera escoger entre este cúmulo de muertos ilustres; porque hice á su padre cierto agravio, y, en fin, porque los nom bres gloriosos consagran los cantos del poe ta Y nadie rayaba mas alto por su valen tia; en lo mas récio del combata, cuando un diluvio de balas caian con mayor es trago sobre las mermadas filas, no pudo, nó, herir nn corazón mas nob e que el tu yo, joven y bizarro Howard! XXX. Por tí se han vertido lágrimas y ha que dado lleno de angustia mas de un cora zon; y ¿qué valdría mi llanto, si acaso mis ojos pudiesen llorar? Pero cuando yo estu ve al pié del árbol verde y lozano que ba lancea sus ramas por encima del paraje en que tú caíste sin vida; cuando torno mió la dilatada campiña cubierta de frutos y dando copiosas muestras de mayor fer tiUdad, vi luego ála Primavera comentan* Domingo 19 de Noviembre de 1871. la vara de su justicia, había entre aque llos Júdas. Por la siguiente lista nominal délos presos y trasladados á la isla de Pinos que tomamos de los periódicos de la Habana, verán nuestros lectores que, prescindiendo de muchos cuya profe sión no se dice, hay entre ellos seis escribanos, cinco abogados, tres mé dicos, tres hacendados, cuatro emplea dos y solo un maestro de escuela ( por que ya por fortuna quedan pocos maestros laborantes en Cuba). “Han sido, pues, reducidos á pri sión, para ser deportados á la isla de Pinos, los señores siguientes: “D. Antonio Valdés Colon, emplea do; D. Genaro Cacho Negrete, impre sor; D. Antonio Casanova, hacendado; D. Enrique Ramírez, agente; D. An tonio Mendoza, escribano; D. José Echavarría, dependiente; D. Cayeta no Montoro, magistrado; D. Julián Galuzzo, médico; D. Agustín Teclo Muro, comercio; D. Antonio Ramírez, escribano; D. Antonio Cancio y Bello, hacendado; D. José de Cárdenas, abo gado; D. José Hernández Abreu, abo gado; D. Federico Calzadilla, propie tario; D. Estéban Díaz de Villegas, abogado; D. Bernardo Costales, pre ceptor; D. Juan Francisco Rodríguez, escribano; D. Gabriel Salinas, escri bano; D. Francisco Giralt, empleado; D. Manuel Giques, comercio; D. Pe dro Becalí, notario de comercio; D. Martin Emeterio (Jreña, empleado; D. Antonio Perez Utrera, médico; D. Fernando Saavedra, abogado; D. Ig nacio Tomás Mojarrieta;* D. Francis co Prieto y Agramonte; D. Ramón Prieto y Agramonte; D. Cárlos B. Ga lán, foro; D. José Rodríguez Lara; D. Luis R. Mojarrieta, comercio; D. Ri cardo Molina, comercio; D. Estanislao Saez; D. Manuel Herran; D. Cárlos García Betancourt, foro; D. Manuel Reyes; D. Francisco González Osma; D. Agustín Valerio, escribano, D. Francisco Rey; D. Gabriel María Gar cía, médico; D. Juan José Herrera, procurador; D. José Luna y Parra, abogado; D. Luis Suarez; D. Rafael Jiménez; D* Dolores Cuevas; D. Emi lio Lazaga; ios hermanos Sterling; D. Santiago Miñoso; D. Joaquín Crusa do; D. N. Macías,y algunos otros más, y á algún extranjero se le ha da do la órden de abandonar la Isla den tro de breves dias.” La Providencia, pues, proteje visi blemente á España; la Providencia no quiere que España desaparezca de Amé rica dejando sumidas en la degrada ción, en la miseria yen la anarquía á sus dos mas ricas y envidiadas provin cias. Los que creen que está en la ma no del hombre torcer el destino de los pueblos están en un torpe error. El que trazó sus órbitas á los planetas, no podía haber dejado á la humanidad en tregada á un impulso ciego. Correspondencia del “Boletín.” Madrid, 27 de Octubre de 1871. Desde que existe el actual ministe- do otra vez su alegre .obra, con su cortejo de inquietos y vivaces pajarillos, no pude menos d * apartar la vista de cuantos obje tos me ofrecia, para fijarla en los que no podía concederme. XXXI. Yo pensaba en tí y en otros mil que han dejado con su muerte un vació doloroso entre sus deudos y amigos, para quienes sería un bien la facultad de olvidar; la trompeta de Arcángel nó la de la Gloria, será la que despierte algún dia á esos ob jetos de su ternura. Pue e la voz de la Fama calmar por un momento la fiebre de inútiles afanes, pero no es capaz de extin guirla; v el nombre, así glorificado, no ha ce sino adquirir mayor derecho á nuestro cariño y á nuestra pesadumbre XXXII. Lloramos, ñero al cabo nuestras lagri mas correrán mezcladas con una sonrisa. El árbol se marchita mucho tiempo antes de caer; la nave sigue su rumbo, aunq le llave destrozados mástiles y velas; la viga va hundiéndose, pero se pudre en el techo á fuerza de vejez; el muro ruinoso perma nece en pié aún ouando no le quede ya ni una sola almena; los grillos sobreviven al cautivo que los ha llevado; el dia se acaba aun cuando la tormenta baga ocultarse al sol; así el corazón, per quebrantado que esté, sin abargo ; vivienda -■ ' PRECIOS DE SUSCRIPCION.—Por un afto adelantado en la Capital y pueblo de la~ ) Isla, 10&-6 meses id. id. 5$ 4 rs.-3 meses id. id. 3s.~Un mes id. en la capital 9 rs. \ \ Un mes id. en los pueblos de la isla 10 rs.-Un núm. suelto 2 rs. EL BOLETIN se envía , ' franco dé porte & cualquier punto de la isla por conducto de sus agentes respectivos rio no ha celebrado el Congreso mas que sesiones para ocuparse de la te mible Asociación moderna llamada la Internacional , yes casi seguro que estos debates se prolongarán aún al gunos dias mas. El asunto tiene sin duda importancia de primer órden, porque la Internacional como fuerza representa la liga de todos los traba jadores del mundo, como aspiración social vá directamente contra la idea de Dios, contra la propiedad, contra la familia y contra la pátria, como rea lidad histórica tiene las sangrientas y humeantes páginas de la Commune de París, y como elemento político vá á determinar en nuestra pátria la sepa ración, la línea divisoria entre el par tido radical y el partido conservador. No es, pues, estraño que se consagre tanto tiempo á esta cuestión, ni que intervengan en el debate los gefes de los diversos partidos, ni que el gobier no actual la aproveche hábilmente pa ra marcar y justificar su apartamiento de la fracción del Sr. Ruiz Zorrilla, sin criterio fijo hasta ahora en esta cuestión y que si de un lado tiene que obtemperar á las opiniones del Sr. D. Gabriel Rodríguez, favorables á la existencial legal de la Asociación, por otro se encuentra comprometido por sus propios antecedentes y por actos de sus propios amigos, autores del Código penal que nos rige y que han establecido en él artículos terminan tes que comprenden y castigan ála Internacional simplemente como Aso ciación, teniendo en cuenta el objeto que se propone y sin apreciar los ac tos que consuma. Los defensores de la Internacional no quieren que se mutile el derecho de asociación, y colocando la cuestión en una esfera, que no es la propia, se remontan al origen del derecho y de claran por ende que las libertades na turales é inmanentes en el individuo, son iiimitables, son ilegislables, son anteriores, superiores y esteriores á todos los poderes y al principio mismo de la soberanía. Los que combaten la Internacional , dejándose de abstrac ciones propias de las Academias, de los libros y en todo caso de una Asam blea Constituyente, ván al derecho constituido, y con la Constitución y con el Código penal en la mano, les demuestran que no hay libertad, que no hay derecho de los que se llaman individuales, que no esté limitado en la Constitución, y sobre el que no se haya legislado en el Código penal. No quiero engolfarme en profundidades acerca de esta cuestión; pero se me antoja imposible que quien tenga un átomo de sentido común desconozca que todo derecho está limitado y ga rantido por el derecho de los demás. Los derechos individuales, aislada mente considerados como absolutos, serian la guerra, la violación, el estado salvaje y si ha de haber sociedad, esta necesita de un órgano que establezca la ponderación yla armonía. Dentro de la democracia mas exaje rada y mas pura no cabe otra nocion de los dere chos individuales, teniendo que con venir que el derecho individual es re- XXXIII. Como un espejo despedazado cuyo cris tal se multiplica en cada uno de sus frag mentos, reproduciendo mil y mil reces la misma imágen, tal parece todo aquel cora zon que no acierta á desechar sus recuer dos tristes; existencia pulverizada, silen ciosa, fria, sin sangre en las venas, desve lada por sus dolores, uue sigue marchitán dose hasta la vejez, pero sin ningún signo visible de padecimiento, porque tales co sas no son para reveladas, XXXIV. Hay siempre cierta v da en nuestra des esperacion, vitalidad ponzoñosa raiz ac tiva que nutre el muerto ramaje; porque nada importaría morir, pero la Vida fe cundiza el detestado fruto de Dolor, á mo do de aquellas manzanas que crecen á las orillas del Mar Muerto, yse convier ten en ceniza al comerlas, Si el hombre contase los años de su existencia por sus dias de felicidad, ¿podría llegar hasta la edad de sesenta? XXXV. El Salmista ha enumerada los años del hombre, y ejlos son en verdad bastantes, y aún de sobra, si hemos de atenernos á tí, q*3 le has enviado hasta esa duración tan breve, ¡oh, Waterloo! Tu nombre anda en 'lUeWMto bocas, jr nuestros hjjos lo re lativo y el derecho social es absoluto, teniendo que acomodarse el primero al derecho de los demás y hablando el último en caso de razonamiento y de lucha, como árbitro supremo. Así al lado del reconocimiento and& los derechos individuales como inde pendientes de todo poder en su esen cia inmaterial y basta divina, está la sanción petlal para todos los abusos, faltas y delitos que se cometan con motivo de su ejercicio. Así en Suiza, en Inglaterra y en los Estados-Unidos, los paises mas libres del mundo, hay penas y castigos para estas faltas y pa ra estos abusos. Así no hay derecha alguno, no hay libertad alguna en la que se llama nuestra democrática Constitución de 1869 que no tenga li mitación en sus mismas prescripcio nes. Creo que no hay derecho mas sa grado que el que uno tiene á su vida y después el que uno tiene á su pro piedad, y sin embargo el art. 28 de It* Constitución establece limitaciones á ambos derechos al disponer que “todo español está obligado á defen der la pátria con las armas cuando sea llamado por la ley y á contribuir á los gastos del Estado en proporción de sus haberes.” Igual demostración po dría hacer respecto á ios demás dere chos en lo que concierne á su limita ción por la Constitución que los reco noce, y en lo que toca á su pretendida ilegislabilidad, el Código penal vigen te está sembrado de muchos artículos que los comprenden sin ningún géne ro de duda y los sugetan á veces en el abuso de su egercicio á sanción durí sima y hasta cruel. ¡Pues no faltaba mas que el poder público, que la so ciedad, que el Estado hubieran que dado á merced de las pasiones bruta • les é inconscientes, de los apetitos gro seros y voraces de la demagogia del siglo XIX! El Sr. Alonso Martínez, que en m concepto es el primer jurisconsulto de nuestros dias, ha batido en brecha una vez y otra vez á estos ilusos so ñadores sin pronunciar grandes dis cursos, solo con leerles los artículos de La Constitución y los artículos del Código penal. Sobrio, sustancioso, in= tencionadísimo, cada una desús recti ficaciones era un golpe mortal para el Sr. Castelar, para el Sr. Rodríguez, para el Sr. Salmerón y Alonso, que rodaban por el suelo á los golpes de su sencilla y acerada dialéctica. A pe sar de todas las grandes pretensiones de la escuela radical, los conservado res llevan la mejor parte en esta cam paña, y eso que todavía no han usado de la palabra, los Sres. Cánovas del Castillo y Ríos Rosas, que han de po ner magnífico coronamiento A este luminoso debate en que si los radica les, apropósito de la interpretación que dan á los derechos individuales, se proponen resolver este problema de geometría política: “de cómo se es tablece en un país la república sin de clarar abolida la monarquía,” los con* servadores se proponen llegar á esta conclusión: “de cómo se salva una so ciedad en medio de la disolución de todas las ideas de gobierno.” petirán un dia, diciendo:—Aquí fué donde las naciones confederadas desnudaron el acero; esta fué la jornada en que pelearon nuestros compatriotas!” Y este recuerdo es todo lo que ha de sobrevivir á tan gran* de suceso. XXXVI. Allí sucumbió el mas insigne, nó el peor de los hombres, cuya mente—verdadera antítesis de sí m sma—podía fijarse con igual perseverancia en los ob etos mas ele vados como en los mas ínfimos! ¡Ah! si tú hubieses sabido mantenerte en una línea intermedia, tu reinarías aún, ó nunca hu bieras ceñido corona; porque la audacia fué quien causó tu elevación como tu '•ai da; y aún hoy mismo recobrarías de buen grado tu imperial ca egoría y—cual otro Júpiter tonante volverías á dar la ley al mundo estremecido. XXXVII. !Vencedor y cautivo de la tierra! Tú la haces temblar todavía, y nunca tu temido nombre ha dado tanto en qué pensar co mo ahora cuando nada eres, nada mas qué el juguete de la Fama, —la misma que, un dia te agasajó como vasalla y lisonjeó tu feroz ambición hasta divinizarte á tus propios ojos,—no menos que á los ojos de las naciones asombradas, quienes dieron por algún tiempo en creer de tí todo lo que tú querías parecerías. / IMáÉnUaASJMM \ NUM. 137.