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ñlbercantíl be Hbto.=lßico 8Mm* aMlte! • mb(iv¿ AÑO 70. Á lis suscriplopes y % lites f Par la \>nena marcha de esta Adminis fracián, no admitimos ALTAS de suscripto vmi á este diario sino desde el I o de cada tanea. Las bajas se avisarán loe días 30 ó 31; adviertiéndose qnelas qne se dieren con posterioridad no se tomarán en cuenta ni Biirtiráu efecto en la contabilidad hasta el día último del mes siguiente al en que se soliciten. Día fama ni New Ye; i Ei optimismo americano “Conócete á tí mismo” —proverbio qne aquí apenas se cotiza, que no se sigue á menudo. El americano se ve yve á su país al través de cristales color de rosa. No es orgullo ni pre sunción; todo contribuye á robuste cer la confianza que pone en el por venir yen sí mismo. Por naturaleza está .satisfecho. Su ideal no es qui mérico y su aspiración no es inacce sible. No exige otra cosa que las ale grías positivas, la seguridad, la in dependencia, tesoros que posee y de los que disfruta. Además, no tiene punto de comparación ninguno con los otros pueblos, pues se encuentra en condiciones especiales, sin con tacto, sin rivales y sin contemporá neos. Los Estados Unidos forman parte de “otro” continente, de un “nuevo continente. Aislados per su situación geográfica, están “apar te' también en el tiempo: es una na ción joven que no puede entrar en paralelo con el mundo antiguo. Por otra parte, á los americanos no se les ocurre establecer ese paralelo. J*as clases medias viajan poco; se quedan en su país, que es para ellas un universo, y un universo perfecto, puesto que en él se vive libremente. ricos, los que visitan el mundo, lo recorren más bien como turistas que como observadores. Ix>s millo narios que van á Europa van por dis tracción yno para instruirse. Se de tienen en las grandes capitales, se "hospedan en los hoteles cosmopolitas reclaman antes que nada su “confort.” No se mezclan en la vida de las na ciones que atraviesan y no intentan conocer su mentalidad. 1 A menudo me ha sorprendido aquí ver qué poca curiosidad despierta la presentación de un extranjero en una reunión. No se le hacen preguntas. No se le inte rroga sobre sus impresiones. Los acontecimientos que ocurren al otro ¡ado del Occeano son divertidos como un espectáculo; no interesan en sí mismos; no se piensa en descubrir en ellos advertencias ni en sacar de ellos ejemplos. Para el americano su país es el pri mero, casi el único. Convencido, proclama esta superioridad y alardea de este exclusivismo. Ahí están los hechos, por otra parte, para darle la razón, y las apariencias hacen por lo menos disculpables en su vanidad. Los Estados Unidos son muy ricos y muy prósperos; poseen excepcio nales recursos naturales. Su fortuna es considerable. Disfrutan de la paz en el exterior yen el interior. Su población aumenta de día en día. No se ve, no se quiere ver los peligros y las amenazas, al reveso de esas ad mirables manifestaciones. Los Estados Unidos son el país más poblado, después de Rusia, y á pesar de eso la necesidad de su po blación es de las más bajas. La re gión no está “completa” todavía. De trás de ios lugares congestionados hay los territorios aun no ocupados, espacios casi desiertos ; eso destruye el equilibrio é impide la unidad; pero se dice que esos vacíos se llenarán pronto. Los habitantes se multipli can. En diez años su total ha pasado de 69 á76 millones. Son cifra alen tadoras. No se pregunta de donde viene este aumento. La verdadera raza americana en vez de extenderse, disminuye. Hay tm hijo, á todo más dos, por familia; o muchos hogares, ninguno. El de arrollo de población saca de otra parte sus recurso; de Ellis-ísland^ DIARIO INDEPENDIENTE DE INFORMACION UNIVERSAL 3 donde diariamente salta á tierra un‘ procesión de emigrantes intermina ble. Estos extranjeros se instalan aquí, se diseminan, aumentan la po blación, pero traen ideas intereses, una sangre diferente. No son para la Nacións americana hijos, sino bas tardo. ella los legitima, naturalizán dolos ; pero ¿ que resultará de esta adopción continua? Hasta ahora la América ha “bebi do esas olas de emigrantes; se las ha asimilado, y su tipo nacional se ha formado en esos cruzamientos de ra zas importadas. Los primeros colo nos llegaban de Escocia, Irlanda, Es candinavia, individuos de mentalidad análoga yde igual energía.... Ahora es una invasión de portugueses, de italianos.de romanos, de judíos ru sos. razas meridionales, casi orienta les, que tienen otras costumbres y otros usos. Esa gente, arrojada de su país por la persecución ó por la miseria, no intenta americanizarse. Se mantiene lo más unida que le es posible, apriscada en el mismo ba rrio; se casan entre ellos; tienen reli gión é idioma propios; forman nú cleos etnográficos inatacables, y la in fluencia americana apenas si puede ejercer alguna acción en los bordes. El otro día, después de una de esas tormentas heladas que en pocas horas cubren la ciudad de una espesa capa de nieve, vi la fila de los solicitantes pretendiendo q. se les ajustase para barrer las calles. Eran tres mil: obre ros sin trabajo, vagabundos, mendigos, declassés de todas las nacionalidades y de todas las condiciones sociales. En este período de crisis hay en Nueva York 185 mil hombres sin trabajo. Eso constituye una masa inconexa sin ocu pación, errante, que perpetúa una po breza artificial y hace crecer la crimi nalidad. Esos individuos que no se mezclan al movimiento nacional, for zosamente lo retardan. Obtienen el tí tulo de ciudadanos y el derecho elec toral. Aunque no sea más que por su número, estorban el desarrollo de las esferas más elevadas y entorpecen la acción de los mejores. Quizás llegue un día en que los Es tados l nidos estén saturados de ex tranjeros y quizás también á la larga, esta continua incorporación alterará su tipo, apenas formado, que todavía no ha tenido tiempo para afinarse, co mo la sociedad no ha tenido lugar para constituirse. Se necesitaiía para eso un poco de estabilidad, en vez de esta perpetua evolución que arroja sin ce sar las cosas al crisol. Todos los cua dros son movedizos, la* barreras que se levantan durante un momento no pueden consolidarse; no son más que ligeros diques de arena que el mar, de el odio de clases y el rencor de los desheredados pueden destruir. Estos últimos envidian á los millonarios y á los advenedizos, pero saben que estos vencedores han salido del pue blo, han conquistado ellos mismos su prosperidad;envidian á esos hábiles que han tenido “suerte,” pero no mal - dicen en ellos á los privilegiados que lo han recibido todo de la he rencia. Su optimismo les dice, por otra parte, que quizás les llegará ma ñana la vez de enriquecerse y do minar. l'odo estado de cosas se considera como efímero, debiendo mejorarse sin cesar, siguiendo una ley de in vencible progreso. La fortuna está concentrada en al gunas manos; es el reino del acapara miento. Los “truts” matan las in dustrias secundarias y los grandes almacenes suprimen el pequeño co mercio. En el magnífica inmueble de Tiphany. Quinta Avenida, se vende á la vez tarjetas, papel de car tas, sacos de viaje, lámparas... .y co llares de perlas de un millón. To dos los almacenes son más ó menos bazares. La venta al pormenor, las tiendas de especialidades apenas exis ten. Como decía un americano filó sofo:—“Aquí los pececillos son devo rados por el sollo (1): pero no se rebe lan; tienen la esperanza y la posibili dad de hacerse grandes y convertirse á su vez en sollos.” El socialismo propiamente dicho todavía no se ma nifiesta. (1) Pe¡? de apa dulce, de gran voracidad j fuerza, oon relación 4 ana dimensiones Entered at the Post Office at San Juan as second class matter. San Juan, Puerto-Rico Martes 28 de Abril de 1908 Este optimismo mantiene la paz. El peligro japonés, del que tanto se habla, no asusta á los americanos. Están convencidos de que en oaso de conflicto serán victoriosos. La cues tión negra falta mucho para que esté resuelta. En el Sur hay Estados donde la población de color es el 40 ó el 50 por 100 de la población total; pero si á esos negros se les tiene so cialmente aislados, legalmente están admitidos: es el statuquo, Todos estos problemas quedan pen dientes; no turban la confianza. Hay, es cierto, aquí y acullá algunos que empiezan á “pensar”, no en una artís tisca filosofía, como Emerson, sinó en una sinceridad práctica. Se señala los peligros, se los discute, se le bus ca remedios. En las revistas se leen artículos titulados “La Cuestión Ne gra," “La Legislación de los Ferro carriles,” “I.a Industria del Acero,” “El trabajo de los Niños.” Esas ad vertencias apenas si son escuchadas pero así y todo se infiltran por los ojos hasta el espirita; es como una conciencia nacional que despierta. Ya se sabe qué escándalo provocaron los libros Upton Sinclair. Sin embargo, eso no puede amino rar el optimismo de los americanos. Se niegan á leer libros extranjeros escritos acerca de su país, temerosos de encontrar en ellos censuras ó ver dades poco halagadoras. No se dig nan compararse á los otros pueblos, los cuales según dicen están celosos de su prosperidad. Se dan cuenta de su fuerza y pretenden que sea eterna. Y esta confianza es necesaria. Harto se ve por la crisis actual, cuan terri bles consecuencias originan los des fallecimientos, las horas de duda, de vacilación, de pánico. Se ha creado una palabra intraducibie para designar el entusiasmo con que el americano se aprecia : el bluff , que no es más que una exageración que se pretende que los demás admitan como una realidad. Y en el fondo el americano es sincero. Guarda las apariencias para guardar al mismo tiempo sus ilusiones. Prefie re mentirse á sí mismo á mentir á su “standard of lifie.” Tiene leyes que dan prez á sus costumbres, más, acaso, que costumbres que den prez á sus leyes. (Continuará) IP AIRAS LAS MILLONARIAS YANQUIS Los matrimonios de las millo narias yanquis con los arruina dos nobles europeos continúan ála orden del día. Del última mente celebrado, el de Gladys Vanderbilt con el austríaco con de Szechenyi, de que dieron cuenta todos los periódicos del mundo, surgió una nueva unión. La madre de la novia, apetitosa jamona de buen ver todavía, se enamoró de otro aus triaco, y parece que el matri monio camina va á todo vapor. Cada vez que una millonada yanqui se casa con un gran se ñor europeo, la Prensa ameri cana pone el grito en el cielo, y los políticos de Washington ha blan de la conveniencia de ha cer una ley que prohiba la sali da de los “dollars” de las dotes, porque las recién casadas dis frutan de grandes comodidades, de refinado “confort,’ allá en América; pero corren á insta larse en París ó en Londres sin sentir la menor nostalgia. El “amor á la europea” hace estos milagros* Ahora la cosa va de veras; pues indignada ya la opinión americana por el matrimonio Gladys Vanderbilt, al saber que la madre de la millonada se dis pone á entregar su blanca y regordeta mano á otro austríaco sin dos pesetas, no ha sabido contenerse y ha desbordado el vaso de la paciencia yanqui. En las iglesias los clérigos predican contra Europa y reco miendan á las fieles casaderas que no se dejen seducir por los hombres del viejo continente, sirenas engañadoras que sólo van á la conquista de la dote para gastarse luego los cuartos con las “cocottes” parisienses. “Y si os casáis —agregan—obli- gad á vuestros maridos á que vivan aquí y no aceptéis el cambio de residencia.” Las “socias” de una Liga re cientemente constituida van más lejos en sus predicaciones, que tienen por sólo y único ob jeto el odio al europeo. “Esta Sociedad—hacen cons tar en sus estatutos —se consti tuye con el fin de conseguir que se redacte una ley que prohiba terminantemente el éxodo de los millones yanquis á Europa. Las fundadoras se comprome ten solemnemente á no prestar oido á las declaraciones amoro sas de que sean objeto por par te de los europeos y á no con traer matrimonio fuera del te rritorio americano y con súbdi tos americanos también.” A continuación establecen un paralelo entre el europeo y el yanqui, paralelo del que resul tan á cien codos de altura sobre nosotros esos señores afeitados como cómicos, de cara larga y gran pesuña. Pero la señora Vanderbilt no se lia emocionado al tener co nocimiento de la noticia, y ena morada como una colegiala, se dispone á contraer matrimonio con el austriaco elegido de su corazón.... Mucho tememos que su ejemplo sea imitado por otras millonadas yanquis, á pesar de las predicaciones de la Iglesia reformada y de la feroz campa ña emprendida por las “socias” de la Liga. * # * Hay que reconocer, sin em bargo, que los yanquis tienen razón para preocuparse al ver el número excesivo'de matri monios contraidos todos los años entre americanas y europeos. Y si las americanas no tuviesen dinero les importaría un comi no; pero da la maldita casuali - dad que cada vez que un euro peo pesca novia en ios Estados Unidos es siempre una millo nana, que en cuanto se casa emprende el viaje á Europa en compañía de su marido y de sus millones. La prensa neoyorquina ha dado la voz de alarma, y para llamar la atención del gobierno y de los legisladores no ha en contrado medio mejor que pu blicar la lista de los matrimo nios contraidos en los últimos veinte años entre europeos y americanas que se fueron á ins talar en Europa en unión de sus dotes respectivas. Esta relación nos asegura que el primer matrimonio ruidoso fue el de miss May Goelet, que se casó con el duque de Rox burghe, y le llevó 200 millones de francos. Después Paulina Astor, hoy Mad. Spencer Clay, se trajo 100 millones; mistress Marshalt, casada con. el coronel Ralph Viviani, 60 millones; Sa rah Phelps Stokes, hoy barone sa Halkett, 50 millones; Con suelo Vanderbilt, casada con el Suscripción mmnmumll 76 ik Número 100 duque de Marlborough, 50 mi llones; Mari Leiter, en la ac tualidad ladv Curzou, ex-virrei na de las Indias, 25 millones; Nanci Leiter, hoy lady Colín Campbell. 25 millones; Marga rita Leiter—¡qué tres liermani tas!, —hoy condesa de Sufifolt, 25 millones; Carolina Astor,hoy lady Ogilvy Haig, 25 millones; María Satterfielck hoy condesa Larish Yon Moenich, 20 millo nes; Lily Hammersley, hoy lady Willians Bererford, 15 millones; Gertrudis Parker, hoy lady Gil bert Caster. 15 millones. Siguen en esta relación, con 10 millones de dote cada una: Julia Rryant Mackay, hoy prin cesa Colonna; Florence Garner, ahora lady Gordon Cumming; Clara Huntington, casada con el príncipe von Hatrfeld; mis tres Livingstone, hoy duquesa de Dino; Helen Ziramermam, hoy duquesa de Manchester.y Minnie Stevens, en la actuali dad lady Arturo Paget En menos de treinta años las dotes de las millonarias yan quis casadas con europeos su - man la friolera de 2.600 millo nes de francos, y todos estos millones han salido de los Es tados Unidos para instalarse en los Bancos de Inglaterra y Fran cia. ¡ Dos mil seiscientos mi llones! ¡Claro! ¡ Asi lia estalla do el “krack” ! Pero á pesar de ios pesares y aunque chillen los americanos y peroren indignadas las "so cias de la Liga contra los euro peos, las millonarias yanquis continuarán comprándose los maridos en Europa, como .se compran los vestidos y los som breros.... ¡Es lo “chich! Una “toilette de la rué de la Paix es el colmo de la elegancia .... Un marido “clubman” ó “boule vardier viste mucho.. .. El movimiento en prendido en los Estados Unidos no hará va riar á las millonarias casaderas, que ni siquiera se “comprimi rán'’ un poco en la organización de sus pomposas bodas.. .. Po drían celebrar sus matrimonios modestamente para 110 llamar la atención, ¿no es esto? Pues ya verán ustedes cómo no lo hacen.... Y ahora la señora mamá de Gladys \ arderbilt, para solemnizar sus desposorios con el austriaco, echará la casa por la ventana, como hizo en la boda de su hija meses pasados, y luego, cuando otra mtilcnaria se case, querrá eclipsar a sus antecesoras v “epatar al mun do. ... Si no lo hicieran así, creerían que no se habían casado.... Hay que anunciarlo con mucho ruido, con muchísimo bombo, como si una boda fuera la primera re presentación de una obia tras cendental. ... I odo yanqui tie ne en el fondo un erop T esa rio Jone Juan VaitenaK líos libros y dos coras en eutrediéo ‘ L’ Osservatore Romano ’ publica un decreto de la Inquisición por el cual se condenan la Justice sociale y la Vte Catholiqut de los curas Naudet y Dcbry (franceses) y se intima á am bos eclesiásticos no publicar, ni bajo sus nombres ni bajo seudónimos, escritos de ninguna clase, bajo pena de suspensión.