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Boletín mercantil de Puerto Rico. (San Juan, P.R.) 18??-1918, June 22, 1908, Image 1

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Jiróntá al mismo tiempo que
olía a a ! i mi sino drama
turgo.
¿No sueles leer obras dramá
ticas' Haces ma toi V
creas a 1 que te digan que las
obras dt teatro se escriben para
ser puestas en escena. El tea
tro grande el buen teatro, se
escribe principalmente para ser
leído. Toda representación es
una traducción y toda traduc
ción es defectuosa. I laz la prue
ba con cualquiera de las gran
des o iras teatrales, con "Ham
lei. con Fausto, con “Hedda
oabler Léelas con atención,
imagínate los personajes hasta
que se te iigure hablar con ellos,
▼éte después al teatro y oye
deéde tu asiento ha representa
ción. Verás, lector, cómo el
liatnlet que hay en la escena
no es tu Hamlet, ni la Hedda
Gabler tu Hedda Gabler, ni el
Fausto tu hausto.
Y no me negoras, si eres algo
sonador é imaginativo, que vale
más leer una obra de teatro que
una narración novelesca. Los
novelistas y los cuentistas tie
nen que describir tipos y paisa
pfcs, y la literatura no es el arle
que mejor se preste á las des
cripciones en estos tiempos de
viajes y museos.
¿Qué descripción podrá hacer
un novelista de la ügura del
DIARIO INDEPENDIENTE DE INFORMACION UNIVERSAL.
Conde-Duque de Olivares que
borre de tus recuerdos los re
tratos de Velázquez?
¿Y qué relato de los esplendo
res de un crepúsculo te hará
tanta impresión como un pai
saje de Turner ó de nuestro
Joaquín Mir?
De la-, descripciones literarias
puede decirse k> que de las re
presentaciones escénicas. Son
traducciones y, por tanto, im
perfectas También una pintu
ia es traducción, ¿pero podrá ne
garse que la del pintor es mu
cho más directa que la del es
critor?
Lo que no pueden hacer el
pintor, el escultor y el músico,
es contarnos la sucesión de las
acciones humanas, en su mo
mento álgido de crisis. Esto es
lo que hace escuetamente el
dramaturgo, sin meterse á des
cribir. que es cosa de pintores,
y sin poner buena parte de su
labor en realzar el son de las
palabras, como quieren hacer
lo poetas, para encontrarse con
que los músicos se llevan la
primacía en materias de musi
calidad.
Esto hace que el teatro sea,
la huma más baja de la lite
ratura, cuando su iin es pura
coiru ó su expresión
má< noble y más excelsa.
i.->a “Cánd -ia’ de Bernard
A.> , .v íes j iico leas, no es
tanl ■ un misterio como la ex
í beac un ik uno de los miste
rios que más han intrigado á los
h mbres de todos los tiempos.
Cándida es mujer de treinta y
ti es años, con el doble encanto
juventud y la maternidad,
les tuerte, digna, grande de
cuerpo y alma. Atrae fácil
mente á los hombres, pero se
sirve de su poder para fines ele
vados I teñe dos hijos de corta
edad y es la esposa del cura
párroco de una de las iglesias
del Norte de Londres.
El párroco Morell es un sa
cerdote cristiano socialista de la
ígleuia anglicana. Es vigoroso,
popular, agradable; sabe man
dar é imponerse sin ofender á
nadie, y es un orador abundoso
que habla y predica á diario y
conserva el tono oratorio en la
conversación familiar.
La vida del matrimonio ha
sido feliz sin deber serlo. Cán
dida es una mujer de sutil inte-,
ligencia, que conoce peifecta
mente las debilidades de su ma
rido El párroco,excelentísimo
sujeto, no sabe una palabra de
su mujer La quiere mucho,
todo lo que puede querer, pero
no la entiende, y no comprende
la especial índole de relaciones
que entre ambos median.
En todo matrimonio hay uno
que quiere y otro que es queri
do. El párroco se imagina ser
él quien da el afecto, la tuerza
masculina para defensa de la
debilidad de su mujer, la honra
dez para su tranquilidad, la ha
bilidad é inteligencia para su
sustento v la autoridad y po
sición para su dignidad. Mr.
Morell hombre poco sutil, se
engaña en todo ello. En ese
bogar, quien más pone de su
parte es tila Candida es la que
se sacrifica, la que da; el párro
co es el que se aprovecha del
mudo sacrificio de su esposa.
La verdadera situación se
descubre porque un día Morell,
socialista práctico, encuentra
desfallecido en la calle á un
Entered at the Post Office at .San Juan as second class matter.
San Juan, Puerto-Rico Lunes 22 de Junio de 1908
muchacho de dieciocho años y
se lo lleva á su casa para soco
rrerle. El muchacho es un poe
ta de buena familia, que ha vi
vido sólo, abandonado moral
mente de sus padres. No le
faltan recursos materiales, pero
no sabe utilizarlos. Su inteli
gencia es clara y penetrante,
pero su timidez y espíritu artís
tico le hacen imposible la vida.
El infeliz es tan tímido que se
deja robar por todo el mundo y
acaba por no atreverse á entrar
en un restaurant ni aun cuando
tiene dinero. Cuando el párro
co le encontró desfallecido lle
vaba en el bolsillo una letra de
considerable cantidad á ocho
días vista, y no la había descon
tado por no saber que podía
descontarse.
El tímido poeta se enamora
de Cándida, descubre fácilmen
te que el párroco ignora el te
soro de mujer que le ha depara
do la fortuna y se subleva al
pensar que un alma grande,
“anhelosa de realidad, de ver
dad, de libertad”, tenga que con
tentarse con oir desde por la
mañana hasta la noche “metá
foras. sermones, peroraciones y
mera retórica.”
No se contenta con descubrir
lo, sino que un día en el primer
acto, después de que ya conoce
mos por sus actos á todos los
personajes de la obra, le pre
gunta al párroco:
“¿Se figura usted que el alma
de una mujer puede alentar só
lo por sus talentos de predica
dor?”
Claro está que si, á partir de
ese instante, Mr. Morell si plan
tara en la puerta al impertinente
no habría drama, pero el poeta,
que se deja pegar, le desafía al
mismo tiempo: “Si no poseo el
valor físico inglés, tampoco ten
go la cobardía inglesa: no me
asustan las ideas de un clérigo.
Me echa usted de su casa, por
que 110 se atreve á dejar escoger
á Cándida entre las ideas de us
ted y las mías. Se asusta usted
de que yo la vuelva á ver.” El
vanidoso de Morell no quiere
asustarse y así queda planteado
el misterio.
¿A quién quiere Cándida? ¿AI
bondadoso pero huero charlatán
de su marido? ¿O al poeta trá
gico, tímido parala lucha física,
pero de inteligencia valerosa y
que quiere á Cándida con pa
sión infinitamente más real é
intensa que la de su marido?
¿AI que la entiende ó al que
nunca se ha cuidado de enten
derla? A veces nos parece que
quiere á su marido; á veces ima
ginamos que corresponde con
amor maternal á la pasión del
poeta. El misterio no acaba
nunca de dilucidarse, pero la
escena final entre los tres, es de
aquellas q, no seolvidan nunca.
El párroco dice á su mujer
que no quiere seguir atormen
tado por la duda y la sospecha,
que no quiere sufrir la intole
rable degradación de los celos,
que Cándida tiene que escoger
entre uno ú otro.
“;Con que tengo que escoger!
¡Con que he de pertenecer á uno
ó á otro!”, responde Cándida,
llena de ironía,como mujer enér
gica consciente de que ella sólo
puede pertenecerse á sí misma
y de que si quiere es porque es
ella la que quiere, no porque
deba querer á nadie, ni porque
haya nadie capaz de conquis
tarla.
“¿Con que me van á subastar
mis amos y señores? ¿Qué ofre
ces tú?”, pregunta á su marido.
“Mi fuerza, mi honradez, mi
posición, mi autoridad” etc., etc,
contesta el señor párroco.
“Mi debilidad, mi desolación,
los anhelos de mi corazón”, dice
el poeta. A
“Ese es un bueú ofrecimien
to”, replica Cándida; “me doy
al más débil de los dos”.
Lector, el más débil de los dos
no es el poeta. Cándida le re
cuerda que está hecho al dolor,
á la soledad, á la miseria y que,
por lo tanto, puede resistirlo.
Pero el párroco ha sido siempre
el niño mimado de su madre y
de sus tres hermanas. En las
paredes de su casa materna no
se ve más que retratos suyos.
“Jaime de niño de pecho, el
rorro más hermoso de todos los
rorros; “Jaime con vestidito;
Jaime con sas primeros panta
lones; Jaime á los once años,
con los primeros premios de la
escuela en la mano; Jaime con
su primera levita; Jaime en toda
suerte de gloriosas circustan
cias.”
“Usted sábelo dichoso, lo in
teligente que es”—sigue dicien
do al poeta hablando de su ma
rido, —“pero pregunte usted á la
madre y á las tres hermanas de
Jaime, el trabajo que les ha cos
tado el evitarle el trabajo de ha
cer otra cosa que ser fuerte, lis
to y dichoso; pregúnteme V. a
mi lo que me cuesta ei ser á la
vez su madre y las tres herma
nas y la madre de sus hijos, to
do en una persona. Pregunte
el trabajo que liay en casa cuan
do no tenemos visitas como la
de usted, que nos ayudan á
mondar las cebollas. Pregunte
á los abastecedores que yienen
á fastidiar á Jorge para estor
barle la concepción de sus her
mosos sermones, quien es el que
los recibe. Cuando hay dinero
que dar, él lo da; cuando hay
que negarlo, lo niego yo. Edi
¿qué para él un castillo de co
modidad é indulgencia y amor y
monto la guardia delante para
cortar el paso á los pequeños
cuidados de la vida.”
El párroco, anonado, se echa
á llorar en el regazo de Cándida,
yladice:“Tú eres la suma de
todos los cariños de la vida.” El
poeta se va, desesperado, y Cán
dida le consuela rogándole se
repita á si mismo dos pequeñas
oraciones; “Cuando yo tenga
treinta años, ella tendrá cuaren
ta y cinco; cuando yo tenga se
senta, ella tendrá setenta y
cinco.”
Y cuando al caer el telón, el
párroco y Cándida se abrazan,
los espectadores ó lectores, va
nidosos como el buen párroco—
las mujeres dicen que los hom
bres somos cien veces más va
nidosos que ellas—sentimos algo
chafada nuestra vanidad, pero
tenemos una idea más noble del
cariño de las mujeres íuertevS.
Ramiro DE MAEZTU.
UNA INVITACION
La Comisión organizadora pa
ra la parada del 4de Julio, ha
invitado ála “Federación Li
bre” para concurrir á la mencio
nada fiesta americana.
Suscrfpolétn 7® •*
Número 147
CUENTOS AJENOS
¡I célárc lléíé
Cayetano de Saint-Flamberge era
un folletíníst3 célebre. Los periódi
cos de mayor circulación publicaban
las dramáticas fantasías creadas por
su cerebro fecundo.
Grande era su reputación; pero la
gloria tiene su reverso; un hombre
célebre contrae ineludibles deberes,
y Saint-Flamberge, con las inaugura
ciones de exposiciones, las conferen
cias, los estrenos, el Círculo, que se
veía en la obligación de frecuentar, y
las numerosas invitaciones que dia
riamente recibía, acabó por no tener
tiempo disponible para producir no
velas.
Lo grave era que no tenía capital y
que vivía de su trabajo. .Cómo con
ciliar las exigencias de la vida mun
dana con la labor diaria?
Hizo áun tan Mongodin, que esta
ba encargado de la información de
sucesos en un periódico diario, la
proposición siguiente:
—Gana usted personalmente 20c
! francos al mes, enumerando acciden
j tes de automóviles y narrando las
odiseas de los borrachos; escriba us
ted mis folletines, á razón de 20 cén
timos la línea, y si acepta usted mi
proposición ganará 500 francos men
suales. -Conviene?
¡Ya lo creo que convenía!
Trato hecho—contestó Mongodin.
I—\ empezó á escribir cuartillas y
| cuartillas, desde que clareaba el día
¡ hasta que venía la noche, mientras
jSaint Flamberge prodígala su pre
sencia en el mundo ele los odiosos,
que son, como toóos sabemos, las
gentes más ocupadas de este mundo.
En menos de tres meses escribió
una novela de capa y espada. Saint
Flamberge la leyó y aprobó, recono
ciendo que no hubiese sido capaz de
escribir nada mejor. Se limitó á
añadir un montón de signos de admi
ración y firmó.
Esa novela tuvo un gran éxito
Llovieron encargos de los directores
de los grandes periódicos, y el ilus
tre escritor pidió una tregua de algu
nos meses, prometiendo á todos que
quedarían satisfechos ! Uno de ellos,
Platrier, el director del Harpagott,
insistió; necesitaba un folletín inme
| diatamente, y pagaría por él lo que
|se quisiera; las cuartillas podrían
entregarse á medida que las escribie
ra ei autor.
Saint-Flamberge aceptó.
- Amigo mío—dijo á Mongodin—
además de la novela que tiene usted
entre manos, es preciso que escriba
usted otra para Platrier y que desde
mañana empiece usted á entregarle
original. Yo, mientras tanto, me voy
al Mont-I)oré, donde me envía el mé
dico á curarme de mi neurastenia
¡Lúzcase usted y prodigue los signos
de admiración!
Hacía tres semanas que Saint-
Flamberge había empezado su régi
men curativo cuando, una mañana
leyó en un periódico lo siguiente:
“Nuestro querido compañero en la
prensa Mr. Mongodin ha fallecido...'*
Poco faltó para que el célebre folie
tinista. perdiera t:l juicio; muerto
Mongodin se interrumpía la publica
ción de la novela en el \ Hárpagm.
¡Qué fracaso, qué vergüenza y ‘qué
ruina!
Volvió á París el mismo día v fué &
casa de Platrier. y
Después de saludarle, se informó
con habilidad. El direcetor lo tran -
quilizó.
Ahi sobre la mesa tengo cuarti
llas.
¡Cuánto me alegro! No estaba
seguro de haberlas enviado al correo.
Saint Flamberge respiró; pero no
se explicaba el prodigio; Mongodin,
difuntb, no podía escribir folletines.
Fué á casa de éste.
La señora de Mongodin le dio la
explicación del mistei io:
—Mimarido-le dijo-no escribía
hece tiempo. Dió el encargo de es -
cribir las novelas á un pobre diablo
á quien pagaba á cinco céntimos la
linea-

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