Viernes 5 de Marzo de 1915.
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POR MIGUEL DE UNAMUNO
Dn. QUIJOTE BOLIVAR
111 1
Un hombre así suele culminar en su
religión. ¿Cuál fué la de Bolívar? He
aquí el problema más oscuro de su vi
da. Su religión fué su quijotismo.
Hijo del siglo XVIII, pensó en reli
gión como entonces se pensaba en ella;
pero ¿cómo la sintió? En el Diario de
Bucaramanga se nos dice que Voltaire
era el autor favorito del Libertador, y
se nos exponen las ideas filosóficas ó
pseudofilosófieas de él respecto á reli
gión; unas ideas, á base eondillaciana,
de una desesperante superficialidad. Y
como buen volteriano, distinguía entre
el hombre yel ciudadano. El, en cuan
to á ciudadano, y para dar el ejemplo,
iba á misa, pero llevando para leer en
ella un tomo de la Biblioteca america
na, sin persignarse, y sólo por ciudada
nía al modo pagano. “Soy filósofo pa
ra mi solo ó para unos pocos amigos y
sacerdote para el vulgo”—decía con la
única pedantería que he encontrado en
él, y es cuando de religión hablaba.
Porque su volterianismo era pedantería.
Mas no se le iría, sin él saberlo, el al
ma toda religiosa en aquella frase con
que termina su proclama dada desde
el Cuartel general de Bogotá, á 8 de
marzo de 1820, 100. de la Independen
cia, y donde dice: “¡Viva el Dios de
Colombia!” Por ahí, por el Dios de
la patria, habría hallado su religión.
Porque Dios no es Dios de individuos,
lo es de pueblos; el Dios de las bata
llas es Dios de patrias.
El cristianismo que se gastaba á fines
del siglo XVIII y principios
cristianismo muy imbuido en racionalis
mo enciclopédico y no menos frío y se
co que éste, no podría satisfacer á un
alma corno la de Bolívar. Y además,
para el Libertador, la acción fué pen
samiento.
Ni Bolívar, como los incrédulos fal
tos de imaginación y sobrados de petu
lancia pedantesca, cayó en cientifismo.
Se burlaba no sólo del doctor Moor, si
no de la ciencia médica. Don Simón
Rodríguez; que sólo amaba la ciencia,
no logró contagiarle; no lo logró aquel
su pedagogo, que en un gabinete de fí
sica y química de un alemán se ocupa
ba en estudios y que hablaba, en ale
mán, con su amigo tudesco mientras
Bolívar, el pupilo, yacía enfermo en ca
ma, Don Simón Rodríguez quiere con
vencer á Bolívar de que en la vida hay
otra cosa que el amor—el héroe había
enviudado ya,—que podía ser muy fe
liz entregándose á las ciencias ó á la
ambición. “¡Ah, Rodríguez, prefiero
morir!”—-exclama Bolívar. (Cartas,
pág. 42) ¡Tenía veintiún años!
Luego se entregó á la ambición, á la
mis noble, al amor á Dulcinea, no á la
ciencia, y por no haber:? dedicado ex
clusivamente al estudio, profesó sobre
su religión las doctrinas entonces co
rrientes entre los de su clase y su edu
cación. Mas no nos importa cómo pen
só la religión, sino cómo la sintió, cómo
sintió la religión quijotesca del Dios
Ide Colombia.
Bolívar, hombre de ideas y de idea
les tuvo conciencia clara de su alta mi
sión quijotesca, de su función de Liber
tador. A menudo lo demostró. En so
lemne ocasión —creo que intentaba ex
pedicionar, en son de liberación, con
tra las Filipinas—dijo, más ó menos:
“Mi deber es sacar siempre la espada
por :1a justicia y luchar donde haya
publos esclavos que defender.” Otra
vez, en ocasión más solemne aún —por-
que fué en el trance de la miierte, —
una de sus últimas y desconsoladas
frases fué la siguiente, ya citada: “Los
tres más grandes majaderos de la His
toria, hemos sido Jesucristo, don Qui
jote... y y 0...” Se ponía entre los
redentores.
Tal fué el hombre de la América Es
pañola ...
De sus visiones proféticas, de lo que
hizo por la apertura del Canal de Pa
namá, por el Arbitraje Internacional,
por el Derecho Público Americano; de
lo que dijo sobre el porvenir de los pue
blos del Nuevo Mundo y sobre su de
mocracia, nada comentaré aquí. Eso
pertenece á otro campo que el que aquí
me be acotado.
Baste sólo decir que algunos de aque
llos pueblos que empezó á forjar Bolí
var, algunas de aquellas patrias que
surgieron al golpe de su espada y al
conjuro de su voz inflamada aún andan
buscando aquellos bienes q. ni al precio
de la independencia deben ser vendidos.
Y para esos pueblos, aprendices indó
ciles de libertad, las palabras del Li
bertador son una enseñanza, son pará
bolas. Y pueden serlo para nosotros,
los españoles. Nuestros más generosos
héroes de la libertad, los que lucha
ron por ella desde Cádiz y luego bajo
el horrendo reinado del abyecto Fer
nando VII, aquellos héroes no supera
dos por los liberales españoles de tiem
pos más próximos al nuestro, por libe
radles de engañife, aquellos nobilísimos
doceañistas y sus inmediatos sucesores
convivieron con Bolívar y con él se hi
cieron. ¿No os parece el mismo Bolí
var un héroe doeeañista, el verdadero
héroe del doceañismo? A él. al Liber
tador de América española del Sur, de
be mucho, muchísimo el liberalismo es
pañol. Yno me cabe duda de que nues
tros buenos liberales, los de los tiem
pos en que nacía la España nueva, no
me cabe duda de q. aquellos españoles
rendían culto, bien q. secreto, al Liber
tador. Los diplomático extranjeros en
Madrid trasmitían á sus Gobiernos con
versaciones con personajes de la época
q. patentizan la admiración q. inspiraba
Bolívar, como Napoleón, hasta á sus
enemigos.
Entre las cartas más lisonjeras que
se dirigieron á Bolívar; lisonjeras por
venir sobre todo de sus adversarios los
más altivos, cuéntanse la * del general
La Torre, las del general Morillo y
¡ tros militares españoles que pelearon
contra él en aquella formidable guerra
de América, tan mal estudiada en Es
paña. El general Canterac, á quien un
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motín militar asesinó cerca de la Puer
ta del Sol, el 18 de enero de 1835, sien
do capitán general de Madrid, el gene
ral Canterac, derrotado por Bolívar en
la batalla de Junní, y luego, junto con
La Serna en Ayaeucho, escribió a¡l Li
bertador, en nombre de los generales
españoles, la siguiente carta:
“Huamanga, 12 de diciembre de
1824.
Excelentísimo señor Libertador, ge_
íeral don Simón Bolívar.
Como amante de la gloria, aunque
vencido, no puedo menos que felicitar
á vuestra excelencia por haber termi
nado su empresa en el Perú con la jor
nada de Ayaeucho. Con este motivo,
tiene el honor de ofrecerse á sus órde
nes y saludarle en nombre de los gene
i oles españoles, este su afectísimo y
obsecuente servidor, q. b. s. m., José de
Canterac. ’ ’
Mi intención lia sido mostrar, en rá
pido fulguración, con frases del mismo
Bolívar, al Hombre español, al Quijote
de la América hispana libertada, á uno
le los más grandes héroes en que ha
mearnado el alma inmortal de la His
>ania máxima, miembro espiritual sin
? 1 ñ ue la Humanidad quedaría incom
pleta.
Miguel DE UNAMUNO.
Consulado de España
La remesa del “ Catálogo de Exporta
lores Españoles”, hecha por el “Cen
h*o de Información Comercial” del Mi
nisterio de Estado, á este Consulado,
está agotada,.
Muy en breve llegará nuevo envío
[lie este Consulado pondrá á disposi
ción de cuantos comerciantes tengan á
bien solicitarlo.
J. M. LOMBA.
Cónsul de España, Interino.
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