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PAGINA DOS EL IMPARCIAL Impreso todos los Viernes por ARIZONA SUN PUBLISHING CO.. INC. 1927 S. Central Ave. Phoenix, Arizona. D. F. Benson Carlos C. Morales Vice-Presidente Joseph B. Miller Secretario Travis Williams Tesorero Precios de Subscripción Por un año $3.00 Por seis meses 1.75 Por tres meses 1.00 EDITORIAL. EL CUIDADO DE LA FAMILIA Ya va siendo excepcional en personas menores de cuarenta años que subsistan en este país los matrimonios y cuando se pre gunta: qué es de los hijos?, la respuesta fes siempre ambigua, como que se trata de vístimas inocentes. No negamos que hay ocasiones en las que es más inmoral mantener un vínculo que desligarlo; pero el criterio supremo debe ser la suerte de los hijos y, preocupación especial, la situación de la mujer, que pierde más aun cuando ese matiz va de verdad desapareciendo poco a poco, porque el tipo femenino varía mucho. Hemos nosotros sosteniendo siempre que las relaciones fami liares son asunto de interés nacional a mayor grado que otros muchos que están sometidos a la legislación federal, debiendo estarlo para evitar esas variantes en general peligrosas y ambiguas y a veces hasta vergonzantes para el país, ya que hay estados como Nevada que en aras del turismo olvidan otros deberes supremos. La familia es el epicentro social, sobre esto es lugar común hacer comentarios ni menos tratar de fundarlo, y entre nosotros hasta hace algunos años en verdad no podíamos quejarnos; pero hoy sí. En materia del divorcio verdad es que hasta en lo eclesiástico en países como España, que someten esta parte de su legislación al conocimiento de tribunales eclesiásticos que van a última ins tancia a Roma, se ha abierto bastante la restricción antigua; pero en todo caso hay aleo indiscutible, que se debe tratar igual el caso en que hav hijos que cuando no los hava, ya que quien engendra úna vida es deudor v que la procreación de la especie debe constituir el deber supremo en todos los órdenes. Por ende debe haber dos criterios: una cuando hay descendientes, otro cuan do no los hay. A este respecto vemos hov en.día cosas realmente monstruosas y día a día aumenta la proporción de los divorcios sin distingo de fondo a este respecto, aun cuando claro que formulariamente existe. Y mientras todos los estados legislen, pueden muv bien abusar sobre el particular, no habrá remedio a tamaño más ni menos en estados como Nevada en la aue la facilidad del divorcio es un atractivo turístico, y deja buenos rendimientos legales e ilícitos. , La familia debe ser una de las preocupaciones fundamentales, ella v la tierra son la base de la nacionalidad, todo lo demás es relativamente secundario, poner el pie sobre el suelo nacional y fincar un hogar, es lo que hace al ciudadano, es lo que da res ponsabilidad; por eso la virtud familiar es brote del hogar y la virtud cívica es hija del suelo. La inmoralidad pública—de lo que tanto se padece en el día—, es gravísima, pero mil veces más lo es la hogareña, el hombre es vertical, y el que no es buen padre de familia y buen hijo, no puede ser buen ciudadano. La familia bien organizada, a lo que ayuda mucho a todas luces la religión, ayuda mucho a resolver los dos problemas más grves de nuestras vidas sociales: ilustrar a el hombre y crearle necesidades. Unámonos en defensa de los derechos humanos. PHOENIX, ARIZONA, VIERNES 8 DE JUNIO DE 1956 SECCION LITERARIA EN LAS NOCHES DE ABRIL, MANSAS Y BELLAS En las noches de abril, mansas y bellas, en tanto que recuerdas o meditas, ascienden al azul las margaritas y se truecan en pálidas estrellas. Cuando el sol en las mares infinitas del orto desparrama sus centellas, descienden a los v campos las estrellas y se truecan en blancas margaritas. _ . « Por eso, cuando llena de rubores deshojas margaritas de alabastros, auguran el olvido y los amores; presienten el futuro: han sido astros! Comprenden el amor: han sido flores! Amado Ñervo. SUBSCRIBASE AHORA MISMO EL IMPARCIAL Periódico Semanario, será enviado por correo a su casa. HAGA USO DE ESTE CUPON Deseo por el presente CUPON tomar una subscripción ami nombre. Por un año $3.00 ( ) o seis meses $1.75 ( ) o bien tres meses $l.OO ( ) Nombre Dirección Ciudad Sus remesas de dinero envíelas a ELIMPARCIAL 1927 So. Central Ave. Phoenix, Arizona. EL IMPARCIAL Comentarios • “FACETAS DE LA SENSIBILIDAD MEXICANA" Las formas de vida que los films americanos reflejan, son un retrato de la civilización americana; nadie pretendería que sus películas presentaran los diferentes aspectos de nues tra existencia y de nuestro’mun do espiritual. En todo caso, no es raro que la cinematografía Estadounidense, servida por me dios todopoderosos, elija por te mas de su interés, algo que nos concierne directamente; admi tamos, para establecer un ejem plo, que se trata de una produc ción cuyo argumento se desa rrolla en México, es en casos tales cuando nuestro asombro y no raramente nuestra amar gura encuentran plena justifi cación. Pues, salvo notables ex cepciones en los films se nos ofrece un México a través de cóncavos espejos que deforman las imágenes; apenas reconoce mos los paisajes en los que he mos vivido y difícilmente acer tamos a reconocer los persona jes entre quienes hemos cami nado desde que nacimos. Diríase que, entre todos los pueblos, el americano no pue de reconocer o concebir la rea lidad de los demás, sino como una deformación de la suya pro pia; que no sabe o que no quie re someterse al esfuerzo de com prensión que permite ai hombre civilizado, y en su nombre al ar tista, “captar” aquella verdad objetiva que es, en fin de cuen cas, la base de toda situación humana. Los que han tenido la suerte de ver las películas que otros países han consagra do a México no pueden sino reconocer que el México que en ellas aparece, es un aspecto del verdadero México, su alma, sus problemas, sus inquietudes, su tierra, su aire, su cielo, seleccio nando en su representación de México las facetas más afines a su sensibilidad, naturalmen te, y a sus gustos; pero su Mé xico no deja por ello de ser una forma del México auténtico. En cuanto a los americanos, y salvo como acabo de indicar, excepciones tanto más estima bles cuanto son muy contadas, nos encontramos en presencia de una evidente posición nega tiva respecto de las realidades ajenas. Y ello no sólo en rela ción con la cinematografía; también la literatura registra idéntico fenómeno; he buscado casi inútilmente, en la produc ción literaria norteamericana una novela sobre Méjico en la que se le hubiese presentado de acuerdo con algunas de sus ob jetivas realidades. Una pregun ta se impone: es menosprecio o es incapacidad? En el primer caso, la posición mental del nor teamericano no sería sino una manifestación de orgullo. Una negativa a admitir que los pue blos que les son extraños po seen un patrimonio espiritual digno de ser presentado tal y como es, bajo la singularidad de sus formas y de sus tenden cias. En el segundo caso, pues to que no es concebible que se trate siempre de una actitud de cálculo destinada a asegurar el éxito popular a sus films, debe remos suponer que una civiliza ción fundada en la potencia mercantil y en la fuerza de las armas está condenada a una es pecie de ceguera respecto de lo humano; en otras palabras, que encierra en ella misma los ele mentos de su quiebra universal. A medida que los años pasan, nosotros nos sentimos celosos de la forma espiritual que rige (Sigue en la página 4) ¡ LA HIJA DEL ASESINO XAVIER DE MONTEPIN II Antes de separarse, ei maestro de obras recomendó a todos que fueran puntuales. —Oh!, tocante a eso podéis estar tranquilo—contestó un ofi cial—. No hay que temer que se falte al llamamiento cuando se trata de comer alegremente con los amigos; ninguno faltará a —Conque lo dicho, amigos, a la cita. Los Castaños, a las cinco, —A Los Castaños a lar, cin co— repitieron a coro todos los obreros, que en aquel momento fueron a sus casas respectivas a mudarse de ropa. Pedro Landry se quedó solo al lado del maestro de obras. —Teníais algo de particular que pedirme, amigo mío? —le dijo este último. —Sí, señor Raimundo. —En qué puedo serviros? —Os suplico que me digáis si puedo dispensarme de asistir al banquete que el señor Durand da a los compañeros. El maestro miró con extraae za al carpintero. —Cómo! —exclamó—, quisie rais excusaros de asistir a la comida? —Sí, señor Raimundo, siem pre que mi determinación os parezca aceptable. —Sería hacer un manifiesto desprecio a vuestros compañe ros. Esa determinación me pa rece mal. —Dios me libre! —balbuceó el carpintero. No desdeño a na die en el mundo; quiero y apre cio a todos mis compañeros, y sé perfectamente que valen más que yo. —Pues bien, por qué entonces absteneros? —Os diré, señor Raimundo. La comida será alegre y bulli ciosa. no es cierto? —Así lo creo. —Pues por eso. Con gentes alegres tiene uno que alegrarse, y yo no tengo el corazón pre dispuesto a la alegría; mi pre sencia turbará la fiesta. —Tenéis pesares, Pedro Lan dry? —Los tengo y estoy triste, muy triste . —Tenéis algún individuo de vuestra fimilia enfermo, en pe ligro tal vez? —Ya no me queda familia, señor Raimundo. No tengo en este mundo más que una niña, y bendigo a Dios porque mi Do nisia disfruta de salud completa. —Habéis perdido algún ami go querido? Los labios de Pedro Landry dibujaron una sonrisa preñada de amargura. —Amigos! —murmuró—. Ja más he tenido ninguno! —Entonces, cuál es el origen de vuestra tristeza? El carpintero pareció que va silaba antes de contestar. El maestro añadió rápidamen te: —No me toméis por indiscre to; me atrevo a interrogaros por el interés que me inspiráis. —Oh, ya lo sé! —replicó Lan dry—, y bien conozco vuestras buenas intenciones .Si estoy tris te, señor Raimundo, es a causa de pesares que no me es dado confiaros. —En ese caso, voy a contes tar sencillamente a la pregunta que me habéis dirigido hace un instante. En otra circunstancia < pudierais dispensaros de asistir ala comida; pero hoy, después 1 de lo ocurrido hace pocos mo- 1 mentos, seréis el héroe de la i fiesta y vuestra ausencia, inex- ( olicable .turbaría la alegría de 1 los honrados compañeros que l han de sentarse a la mesa a i vuestro lado. Es preciso no vivir £ sólo para sí, Pedro Landry; es VIERNES 8 DE JUNIO DE 1956 necesario conceder algo a los demás, y no tenéis el derecho ) de entristecer a vuestros com í pañeros, que os quieren y cuen tan con voz. 5 —De modo, señor Raimundo— . dijo el carpintero—, que es pre ; ciso que asista ala comida? i —Sí, es preciso ... i —Basta; iré. i —Y os alegraréis? i —Haré todo lo posible. —Eso es muy vago, Pedro Lan dry. Quiero una promesa posi tiva. ! —Pues bien, señor Raimundo; i prometo disimular mis penas y no dejar que nadie las sospeche. —En buena hora; cuento con vuestra palabra, y en caso con trario os la recordaré. Dadme la mano y hasta las cinco. —Mucho honor es para mí!— balbuceó el carpintero presen tando su mano encallecida al maestro, y añadiendo—: Hasta luego, señor Raimundo. • Desde el año 1839 han cam biado completamente de aspec to las orillas del canal de San Martín. El canal no estaba aún cubier to por una bóveda sobre la cual los cuidados han creado nume rosos macizos de flores y ver dura; en aquella época, som r brías casas o, bás bien, casu chas ocupaban el espacio de la mayor parte de los suntuosos edificios que son hov el encan to de aquella de París. Pedro Landry, de ha berse puesto un^ 1 blusa clara sobre su traje de trabajo, se di rigió hacia el mud!' 5 , donde vi vía, empujó la pu°rta. subió los peldaños de una escalera estre cha, obscura aun en medio día, y un avez llegado al quinto pi so, es decir, bajo el tejado de la casa, sacó una llave del bol sillo y entró en una estancia, cuyo aspecto miserable y carac terístico se presta a una descrip ción muy breve. Figuraos una pieza cuadrada, por una ventanapracticad a en abuhardillada, poco alumbrada el techo. Los muros no se habían blan queado en veinte años, y en ellos se veía el trastro y señales de todos los inquilinos que se ha bían sucedido durante aquel tiempo. El mobiliario se reducía a una cama, que más bien merecía el nombre de petate. Un arma rio de pino sin pintar, una mesa coja, dos sillas de paja y una cuna vacía. La cuna, levantada sobre ban quetas hábilmente construidas, parecía ser objeto de un culto particular. En esta buhardilla, en que to do tenía un aspecto sucio y re pugnante, las cortinas eran de una blancura inmaculada, y so bre su almohada había una co rona de rosas artificiales, tan bien imitadas, que parecían na turales. Había más: un objeto bien vul gar descansaba junto a la pa red sobre una tosca rinconera. Este objeto, puesto bajo un fa nal y sobre una peana de imi tación a palo santo, era un ra mo de azahar de los que llevan las novias de la clase popular. Divisábase el ramo a través de un largo velo de crespón que lo cubría. Pedro Landry, .después de ha ber cerrado la puerta, se arrodi lló ante el ramo, unió sus ma nos y pareció dirigirle una silen ciosa y ferviente plegaria. Sus labios se agitaron, sus ojos se bañaron de lágrimas, que caín una a otra sobre sus mejillas, sin que se ocupara de enju (Sigue en la página 4)